BASES Y COMPONENTES DE UNA ESTRATEGIA PARA
EL DESARROLLO RURAL REGIONAL
RESUMEN
El propósito de este artículo es identificar
los componentes de una estrategia para el desarrollo rural regional, con
especial énfasis en la participación de los sujetos del desarrollo. Se propone
una estrategia que está elaborada sobre la base de la discusión teórica de los
conceptos de desarrollo, desarrollo rural y participación. La estrategia incluye un conjunto de componentes que
le dan carácter integral: a) los productores y sus características, b) las
condiciones del medio ambiente, c) los recursos vegetales y animales, d) la
tecnología y las formas de transferencia, e) la capacitación, f) los recursos y
financiamientos, g) la integración industrial, h) las necesidades y mercados,
i) la rentabilidad e impactos económico y social y j) la participación de los
productores.
La participación es concebida como la
intervención de los individuos en los procesos de toma y ejecución de
decisiones y es considerada como el elemento central de la estrategia, puesto
que de ella depende el contenido de los otros componentes y el éxito de toda la
estrategia.
Se concluye que la participación es el
componente central de la estrategia de desarrollo y que ésta debe tender a ser
autogestiva y garantizar la plena intervención de los individuos en la toma y
ejecución de decisiones en todas las fases de sus proyectos de desarrollo, en
distintos ámbitos, modalidades y niveles.
Palabras clave: Participación, toma de
decisiones, autogestión, liderazgo
SUMMARY
The purpose of this supply is to identify the
components of a strategy for the rural regional development, with special
emphasis in the participation of the subjects of the development. One sets out
a strategy that is processed on the base of the theoretical discussion of the
concepts: development, rural development and participation. The strategy
includes a assembly of components that give integral character him: a) the
producers and their characteristics, b) the conditions of environment, c) the
vegetal and animals resources, d) the technology and the forms of transference,
e) the qualification, f) the resources and financings, g) industrial integration,
h) the necessities and markets, i) the profitability and economic and social impacts,
and j) the participation of the producers.
The participation is conceived as the intervention of
the individuals in the processes of taking and execution of decisions and she
is considered like the central element of the strategy, since on her it depends
the content of the other components and the success of all the strategy.
One concludes that the participation is the central
component of the development strategy and that this one must tend to be
autogestiva and to guarantee the total intervention of the individuals in the
taking and execution of decisions on all the phases of its projects of development,
in different scopes, modalities and levels.
Key words: Participation, decision-taking, leadership
INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es identificar los
componentes de una estrategia para el desarrollo rural regional, realizada
específicamente con base en proyectos de cultivos alternativos. Particularmente
se aboca al análisis de la participación,
que es concebida como componente central de la estrategia propuesta, pues se
considera que si no hay intervención plena de los sujetos sociales en los
procesos de toma y ejecución de decisiones, difícilmente podrán alcanzarse las
metas trazadas. Sugiere un planteamiento metodológico en el que es igualmente
importante contemplar tanto el contexto como los componentes de una estrategia
para el desarrollo rural regional.
Las ideas expuestas tienen el propósito de sustentar
los trabajos en marcha que impulsen alternativas agrícolas para solucionar la
crisis henequenera en el estado de Yucatán, por lo cual algunos de los
planteamientos están derivados de las experiencias generadas hasta el momento.
Si la estrategia
esbozada resulta adecuada, la propuesta metodológica también podría aplicarse
en la evaluación de programas de desarrollo rural regional, en la que se
sometería a revisión el comportamiento de cada uno de los componentes,
confiriéndole mayor consideración a la participación, en el supuesto de que sea
el factor que más influya en el éxito de los proyectos de desarrollo.
Se plantea una estrategia para el desarrollo rural
regional que modifique la situación prevaleciente en la misma región, en el
país del cual forma parte y que eventualmente también influya en cambios en las
tendencias de la globalización. Se considera, por tanto, que las tendencias
dominantes del proceso de globalización, así como sus ritmos y expresiones
pueden modificarse con políticas y acciones realizadas en las regiones, sea por
individuos o por organizaciones de distinto carácter, incluidos los estados
nacionales, en las que se pueden gestar contratendencias y/o procesos
emergentes que modifiquen las características de la globalización. Se propone
la participación de los individuos como componente fundamental, toda vez que
está ligada al control de los procesos de toma y ejecución de decisiones y de
ella depende el contenido de los otros componentes y, por tanto, el éxito de
toda la estrategia.
las
bases: el Desarrollo rural regional
El
concepto agregado desarrollo rural
regional, remite a la consideración de al menos tres elementos: 1) la
noción de desarrollo en su acepción
más amplia y abstracta, 2) la orientación del desarrollo o su acepción más restringida
y concreta y 3) los ámbitos y niveles en que éste se da o se busca. Los dos
primeros, de carácter conceptual, son fundamentales en la definición de su
contenido, en tanto que el tercero es de tipo operacional.
El
desarrollo, en su acepción más amplia
y abstracta, puede entenderse como una estrategia
para el impulso de cambios, cambios
que, al operar en grupos humanos, en última instancia son o producen cambios sociales (Muro, 1992: 19;
Boisier, 1993: 309). De acuerdo con Batten (1981: 187, 21), los cambios
producen tensión y el desarrollo se
logra cuando ocurre un conjunto de cambios relacionados entre sí. El desarrollo
es igualmente un proceso y como tal debe analizarse en perspectiva histórica.
La
orientación, sentido o estilo del cambio propuesto, o la noción de desarrollo
en su acepción más restringida y concreta, depende de los componentes incluidos
en la estrategia, del contenido conferido a cada uno de ellos y de sus
interrelaciones. Sin embargo, los agentes promotores (el Estado, los organismos
internacionales multilaterales, las instituciones u organismos no
gubernamentales) y los participantes son los que, en última instancia, definen
la orientación del cambio, pues, ante todo, el desarrollo es un proceso social.
Los
cambios pueden referirse a las grandes esferas de la vida humana, en cuyo caso
se habla de desarrollo económico, social, cultural o político. En un nivel más
concreto, puede hacerse referencia a los cambios en un sector o subsector de
las anteriores esferas; para el caso de la economía, por ejemplo, se trataría
de desarrollo industrial, agrícola, agroindustrial, etcétera. Dependiendo del
espacio geográfico y social, así como de las principales actividades productivas,
puede tratarse de desarrollo urbano o desarrollo rural. Por el ámbito
geográfico abarcado, puede hablarse de desarrollo mundial, nacional y regional,
con las respectivas gradaciones entre ellos.
La
conjunción de los factores anteriores resulta en combinaciones entre ámbitos,
niveles y orientaciones, de los que se derivan conceptos agregados tales como desarrollo rural regional, desarrollo rural integral, desarrollo rural
autogestivo, desarrollo global sustentable, desarrollo participativo, etcétera.
A
la noción de desarrollo,
históricamente se le han adjudicado distintas connotaciones y orientaciones. En
general, han estado sustentada en planteamientos de la esfera económica,
basadas fundamentalmente en aspectos técnicos y materiales.
En
los últimos años, sin embargo, el desarrollo se ha enfocado a los individuos
—en un proceso de reconocimiento y revalorización, donde se considera a lo
humano como el problema esencial— y no a las actividades en que participan o a
las regiones en que se desenvuelven, por lo que, en términos genéricos y con
referencia en esta situación, se habla de desarrollo
de dimensión humana, definido por el Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo como “el proceso de ampliación de la gama de opciones de las
personas, brindándoles más oportunidades en cuanto a educación, atención
médica, ingresos económicos, etc. y comprendiendo todo el abanico de opciones
que van desde un buen entorno físico hasta las libertades políticas y
económicas” (citado por Torras, 1995: 22).
Relacionado
con lo anterior, pero desde la perspectiva de la constatación de la desigualdad
que existe entre naciones y de las desigualdades sociales presentes en cada
país, se postula el desarrollo social
que, de acuerdo con el análisis de cada sociedad, pueda identificar sus
prioridades “con el objetivo de lograr el bienestar y la autonomía de sus
individuos y, de paso, de la comunidad” (Torras, 1995: 22).
Otra
tendencia considera un mayor número de componentes en la estrategia, en donde
la orientación es definida por la manera particular en que se definan e
interrelacionen cada uno de ellos, pero siempre con la pretensión de integralidad, independientemente de que
algún elemento sea el definitorio de la orientación del desarrollo.
La
preocupación por el deterioro ambiental y por la necesidad de la conservación
de los recursos naturales también influyen en la orientación del desarrollo,
pues se sugiere que éste debe ser sustentable
o autosostenido, conceptos con lo que
se alude a la satisfacción de las “necesidades del presente sin limitar el
potencial de satisfacer las necesidades de las generaciones futuras” (Torras,
1995: 22). Sin embargo, al concepto fundamental de este desarrollo, que es la sustentabilidad, se le considera
limitado por su sesgo economicista (Torres, 1998: 29) y se le contrapone el de compatibilidad, que lleva a Torres
(1998: 33) a plantear que el desarrollo
compatible “supone acceder a un desarrollo económico y social
cualitativamente distinto, que considere buscar un balance entre los fines
económicos del sistema y las necesidades de la reproducción material”.
Igualmente
se reconoce que las propuestas particulares de desarrollo no serán funcionales
si no se consideran los otros niveles, mayores o menores, con los que están
estrechamente relacionados y con los que tienen interdependencia, por lo que se
habla de desarrollo autocentrado pero no
aislado, lo que significa que se busca “conservar la riqueza de cada
sociedad a través de su revalorización en el ámbito mundial” e “integrar el
proceso de desarrollo en el desarrollo del mundo” (Torras, 1995: 23).
Finalmente,
cada vez hay mayor aceptación de que sin la participación de los sujetos
sociales en el proceso de desarrollo difícilmente se alcanza éste, por lo que
se propugna que sea participativo: el
desarrollo de las personas, por las personas y para las personas.
Existen
diversas definiciones de desarrollo
que incluyen varias de las orientaciones anteriormente mencionadas. La más
integradora de ellas es la de Muro (1992: 26):
...el desarrollo es esa forma de cambio social, en
cualquier sociedad, que comprende el más pleno uso posible de los recursos
humanos y naturales en actividades productivas, en tanto que al mismo tiempo se
toma el mayor cuidado de esos recursos humanos y naturales. Hay desarrollo
donde existe y se practica un esfuerzo constante para asegurar una distribución
equitativa, así como una redistribución de recursos en el transcurso del
cambio; donde las formas de organización social y las instituciones de la
sociedad se adaptan, apoyan y mantienen este patrón de actividades productivas
y distributivas; donde existe un esfuerzo continuo para mejorar el conocimiento
y la tecnología en formas apropiadas, pero no a cualquier costo, y donde desde
las mayores decisiones sobre producción, distribución e innovación tecnológica
son consultadas y sujetas al más amplio rango posible de participación.
Formalmente
el concepto de desarrollo rural regional
no remite a una orientación del desarrollo, sólo se limita a circunscribir que
el proceso de cambio ocurre en un determinado ámbito social o geográfico, la
sociedad rural o el campo, y en un determinado nivel geográfico o geopolítico,
las regiones formadas por varios países o las regiones al interior de un país.
Falta, en consecuencia, conferirle contenido a través de la formulación de una
estrategia para lograr los cambios y la definición y caracterización de los
componentes, entre los que tiene lugar central la participación de los sujetos
sociales.
Las
connotaciones recientes a la acepción de desarrollo
son igualmente aplicables para el desarrollo rural regional: dimensión humana,
social, integral, sustentable o compatible, interdependiente y participativo.
Sin embargo, el desarrollo rural es parte del desarrollo general y ambos están
mutuamente influidos, por lo que no puede hacerse referencia a uno sin considerar
al otro.
el
contexto: la globalización
Independientemente
del ámbito regional en el que se formulen y ejecuten los programas de
desarrollo, éstos necesariamente deben contemplar las relaciones con los
procesos de cambio de otras regiones.
Una
región sólo forma parte de un conjunto más amplio y está sujeta a
determinaciones definidas fuera de su espacio de influencia directa; sin
embargo, es en lo regional en donde indubitablemente se expresa lo global, así
como lo global está conformado por lo regional. Cuando lo regional está
referido a espacios al interior de un país existen mediaciones entre lo
regional y lo global que son definidas en el plano nacional. Los tres niveles
de interinfluencias y el conocimiento de las características de cada uno de
ellos son fundamentales en el diseño, ejecución y evaluación de programas para
el desarrollo regional.
Lo global marca, en general, las grandes tendencias del
desarrollo de las regiones, pero tales tendencias no son de manifestación
forzosa e ineludible, pues es posible que determinadas particularidades de lo
regional cobren tal significancia que cambien el sentido o el ritmo de aquéllas
y de esa manera influyan y modifiquen lo global. Así, en los principios para un
proyecto de desarrollo mundial, Torras (1995: 19) refiere que es preciso
cuestionar; en toda su globalidad, al sistema social, político y económico
vigente, para lo cual plantea la necesidad de “realizar acciones locales que
formen parte de un trabajo global orientado hacia el desarrollo mundial”. Ante
las consecuencias perniciosas de la globalización, también se ha planteado:
preservar la pluralidad cultural y contraponer a la globalización la necesidad
de un progreso global entre regiones del mundo y, dentro de cada región, entre
seres humanos, o sea, un regionalismo abierto (González, 1998: 45); conformar
una sociedad global abierta que corrija las deficiencias del proceso de
globalización y que básicamente se preocupe por satisfacer las necesidades y
aspiraciones de sus participantes (Soros, 1998: 49); desarrollar una economía
social de mercado que garantice la verdadera igualdad de oportunidades (Kelly,
1998: 55), o bien, democratizar el mercado (Castañeda y Mangabeira, 1998),
entendiéndose en las dos últimas propuestas que los autores refieren lo global
centralmente a la esfera económica y específicamente a la de la circulación de
mercancías, fuerza de trabajo y capitales.
En
cualquier circunstancia, las características de lo global y sus cambios son
resultado de las modalidades de participación —que incluyen la
no-participación— en distintas esferas de la vida de los individuos y sus
diversos agrupamientos, que en última instancia son los sujetos de la
globalización. Pero también son producto de la intervención —que incluye la
no-intervención— de los estados nacionales, los cuales, mediante políticas
internas o acuerdos con otros estados, pueden definir particularidades o ritmos
de las tendencias dominantes de la globalización.
En
una perspectiva histórica, el desarrollo del sistema capitalista llevó a procesos
de internacionalización del capital, tanto a través de la búsqueda de fuentes
de aprovisionamiento de materias primas en otras naciones, como de mercados
para la colocación de sus mercancías y la valorización de su capital. Al
principio se trató de políticas de colonización, pero en etapas más avanzadas
se trasladaron capitales a otras naciones para producir en ellas, o bien se establecieron
diferentes mecanismos de control de la producción y/o de la comercialización.
El
proceso de internacionalización del capital ha tendido hacia la conformación de
un gran mercado mundial. Una vez desintegrado el bloque socialista, se
eliminaron las barreras para el dominio pleno de la internacionalización del
capital y del proceso de integración de un gran mercado mundial. Fue en ese
momento cuando la globalización se convirtió en fenómeno histórico dominante.
La
globalización, por tanto, es consecuencia y continuación de la tendencia a la
internacionalización del capital. Aunque tiene su origen en la esfera económica,
su influencia no se restringe a ella, sino también abarca las vertientes
social, ideológica, política y militar. Se constituye, por consiguiente, en un
rasgo distintivo del desarrollo capitalista actual, y podría decirse que en una
nueva etapa del mismo.
Así
como obedece a una relación de continuidad, la globalización como proceso
histórico también conlleva importantes transformaciones: desaparición del
antagonismo económico, ideológico y militar entre los bloques socialista y
capitalista (fin de la guerra fría),
inusitado desarrollo tecnológico, gran movilidad del capital financiero,
modificación en el carácter y en las formas de participación de los estados
nacionales y poca capacidad de maniobra de cada nación ante la tendencia a la
supranacionalidad. También ha influido en modificaciones en la distribución
espacial de los grupos de población, el flujo regional e internacional de
fuerza de trabajo, la incorporación de la mujer al proceso laboral y en las
características del paisaje natural.
Los
antecedentes de la existencia de bloques (el socialista, ya desaparecido, y el
de la Comunidad Económica Europea, hoy acrecentado y con la denominación de
Unión Europea) en buena medida han influido en que la globalización sea
fragmentada. Ahora existen tres grandes bloques económicos (Norteamérica,
Europa y Asia) que, aún cuando tienen crecientes relaciones entre ellos,
persisten en su política de mantenerse y consolidarse como agrupamiento, en
busca de la hegemonía que les permita definir el rumbo del proceso de globalización
que mejor preserve sus intereses de bloque, y concomitantemente de nación.
Además de los grandes bloques, existen iniciativas de integración regional más
localizadas, como el Mercosur y distintos tratados comerciales firmados
bilateralmente, pero que igualmente conllevan cambios en la actividad de los
agentes económicos y las características del Estado. Aún así, son los
organismos multilaterales y las empresas transnacionales de los países
hegemónicos los que “controlan el sistema económico vigente y establecen
mecanismos de control sobre las relaciones económicas y políticas mundiales”
(Torras, 1995: 13).
En este contexto, el aislamiento de las naciones y las
regiones no es la mejor alternativa; la no-inserción de un país a un bloque o
su inserción bajo condiciones desfavorables, lo deja en condiciones de
debilidad cuando trate de negociar con los países que lo conforman; de hecho,
la mejor opción sería insertarse ventajosamente en más de un bloque o
establecer estrechas relaciones con ellos, con lo que se diversificarían las
relaciones y se participaría de los beneficios alcanzados por cada uno de los
bloques, en sus negociaciones. Sin embargo, existen considerables diferencias
entre los países al interior de los bloques que hacen que su participación en
los mismos y, por tanto, en el proceso de globalización en una relación entre
desiguales, en donde los países más desarrollados son los que obtienen los
mayores beneficios; de cualquier manera, son decisivas las formas, ritmos y las
condiciones que cada país haga valer al incorporarse formalmente a este
proceso, buscando hacer prevalecer particularidades de lo regional y por tanto
modificar las características de lo global.
La
globalización acontece en un contexto de recesión económica mundial, ingente
disparidad en el desarrollo de los países, creciente deterioro ambiental y
predominio del modelo neoliberal, caracterizado por propugnar la apertura
comercial, la privatización de la economía y modificar el carácter y las formas
de participación del Estado. Ante tales condiciones, existen propuestas que
pretenden corregir algunos de los fenómenos que, aún cuando tienen su origen en
procesos anteriores, constituyen manifestaciones perjudiciales de la
globalización, tales como el deterioro ambiental, que tiene su contraparte en
el desarrollo de la conciencia ecológica y en las iniciativas para la
protección ambiental y la búsqueda del desarrollo sustentable, cuestiones que
igualmente son producto de la globalización. De manera análoga, desde países inmersos
plenamente en la globalización, se ha planteado que la función del Estado debe
estar orientada “hacia la facilitación, mediante la consolidación de
estructuras democráticas efectivas, de la participación de los individuos en
los problemas y las decisiones del mundo entero” (Torras, 1995: 19).
Las tendencias de la globalización se expresan en cada
país de acuerdo con sus particularidades, sus formas de relación con otros
países o bloques y la participación de los sujetos sociales. La combinación
entre estos factores resulta en políticas nacionales, que a su vez debieran
estar sustentadas en políticas de desarrollo regional.
En
el caso particular de México, la influencia de la globalización ha sido
dominante, pues las grandes tendencias definidas por este proceso son
precisamente las características distintivas del país, entre las que se pueden
señalar las siguientes: crisis económica (estancamiento o poco crecimiento
económico, poca capacidad de creación de empleos, subempleo y desempleo,
pérdida de la capacidad adquisitiva del salario), apertura comercial,
privatización, deterioro de los recursos naturales y cambios en el carácter y
formas de participación del Estado, que manifiestamente ha carecido de
independencia en la definición de políticas económicas y sociales adecuadas
para el desarrollo del país.
La
globalización y la aplicación de políticas neoliberales han acentuado la crisis
en el país, en el que existen problemas tales como: desequilibrios regionales,
desequilibrios sectoriales (reconversión productiva, limitada y distorsionada
industrialización, con predominio de la industria maquiladora), desequilibrios
sociales (desigual distribución del ingreso: pobreza extrema y opulencia),
entre otros.
En
las relaciones con el exterior, el país está sumamente endeudado, tiene poca
competitividad económica y ha perdido autonomía y por tanto capacidad de
negociación político-económica ante organismos internacionales y ante el país
hegemónico con quien (junto con Canadá) signó un Tratado de Libre Comercio.
Las
políticas económicas generales y sus consecuencias también se manifiestan con
sus respectivas peculiaridades en el medio rural mexicano, en donde
generalmente se expresan con mayor severidad. De hecho, el papel asignado a la
agricultura en el desarrollo del país es parte de tal política. No se ha
valorado la importancia de la autosuficiencia alimentaria, y la política de
apertura comercial también se ha aplicado a la agricultura, ocasionando
transformaciones en la estructura productiva (cambios en el patrón de uso del
suelo), en el componente tecnológico de las actividades productivas y en los
hábitos de consumo. Su resultado ha sido el empeoramiento de las condiciones de
vida de la mayoría de los productores. La numerosa población rural no encuentra
ocupación en el campo y el distorsionado crecimiento urbano y el limitado
desarrollo industrial tampoco tienen capacidad para absorberla. El deterioro
ambiental es más agudo en el campo, por la destrucción de los recursos
naturales y el uso de tecnologías con alto componente de insumos industriales.
La política de privatización llegó al campo por la vía de venta de las empresas
paraestatales ligadas al sector y por modificaciones al marco legal de la
tenencia de la tierra y de las formas de asociación entre productores; sin
embargo, la misma política económica que no revalora el papel de la agricultura
y las limitaciones propias del sector, han influido para que el capital no se
traslade hacia esta actividad, tal como se esperaba al realizar los cambios al
artículo 27 constitucional.
Como
señala González (1998: 39), ante la imposibilidad de negar o excluirse de la
globalización, debe buscarse limitar los riesgos y aprovechar las
oportunidades. Ciertamente, las oportunidades son desiguales para países o para
grupos de población al interior de cada país, pero obedeciendo precisamente a
esa situación es que debe buscarse el desarrollo.
la
estrategia: los diez Componentes
El
diseño de una estrategia para el desarrollo rural requiere la ubicación de los
distintos niveles del contexto en el que se impulsará, así como identificar y
dar contenido a sus componentes fundamentales. Los elementos incluidos en la
estrategia y el contenido conferido a cada uno de ellos serán indicativos del
tipo de desarrollo buscado.
Para
fines de formulación de la propuesta, se realizó un ejercicio de identificación
de los factores relacionados con el proceso de desarrollo rural —de acuerdo con
proyectos agrícolas— resultando diez componentes, algunos de los cuales
engloban otros factores estrechamente relacionados. La tendencia, como ya se ha
indicado con anterioridad, es incluir cada vez mayor cantidad de elementos en
los proyectos de desarrollo. De hecho, desde 1966, A. T. Mosher, en su obra La modernización de la agricultura
(citado por Muro, 1992: 33), identificó cinco elementos esenciales para el desarrollo agrícola, los cuales, según
dicho autor, tienen que estar absolutamente presentes para que el desarrollo
tenga lugar, y cinco elementos aceleradores,
que siendo importantes no resultan indispensables. Los elementos esenciales son: 1) mercados para los productos agrícolas,
2) tecnología en constante renovación, 3) disponibilidad local de insumos y
equipos, 4) incentivos productivos para los agricultores y 5) transporte. Los elementos aceleradores son: 1) educación
para el desarrollo, 2) créditos para la producción, 3) organización de los
productores, 4) mejoramiento y expansión de las tierras de cultivo y 5)
planeación nacional para el desarrollo agrícola.
Si
bien en la propuesta aquí esbozada existe bastante similitud con el
planteamiento de Mosher, en cuanto a la identificación de los componentes,
también contiene significativas diferencias en lo referente a la importancia
relativa asignada a cada uno de ellos y al contenido que se les asigna,
particularmente con respecto a la participación de los individuos en la búsqueda
del desarrollo.
Cada
componente de la estrategia es importante en sí mismo, por lo cual conviene
determinar con precisión los aspectos que se contemplan en cada uno de ellos;
sin embargo, solamente cobran relevancia en conjunto cuando los participantes
en los proyectos de desarrollo, incluidos los promotores, consideran
debidamente el contexto global y nacional para determinar su contenido.
Un
componente fundamental en el éxito de toda la estrategia es la participación de los sujetos del
desarrollo, pues son ellos quienes definen el contenido o la forma de
consideración del resto de los elementos.
A continuación se relacionan los componentes de una
estrategia de desarrollo agrícola regional, elaborada de acuerdo con los
proyectos de cultivos alternativos que se están impulsando en la zona
henequenera del estado de Yucatán, México:
1.
Las características de los productores y demás sujetos
con quienes se relacionan
2.
Las condiciones y la necesidad de preservar y mejorar
el medio ambiente en que se desarrollará el proyecto
3.
Los recursos vegetales y animales a utilizar
4.
La tecnología disponible, la que se genere o adapte a
las condiciones de la región y de los productores y las formas de transferencia
de las mismas
5.
La permanente capacitación de los productores y demás
participantes
6.
Los recursos disponibles y los requerimientos de
fondos o financiamientos
7.
La perspectiva de integración industrial
8.
La satisfacción de necesidades de los productores y la
inserción a los mercados
9.
La rentabilidad económica y financiera y los impactos
económico y social
10.La activa
participación de los productores en todas las etapas y a distintos niveles.
Participantes
El conocimiento de las características y condiciones
de los individuos involucrados directamente en los proyectos es fundamental:
los recursos con que cuentan, las actividades a que se dedican, las
características de sus unidades de producción, las formas de propiedad, tamaño
y usufructo de la tierra, sus formas de organización social, sus conocimientos,
experiencias y habilidades, sus sistemas de poder y sus mecanismos de toma y
ejecución de decisiones. En un contexto de diversidad cultural y étnica la
consideración de las creencias y valores de los miembros del grupo es de
fundamental importancia, pues definen su cosmovisión (distintas racionalidades
productivas y particulares formas de relación con las cosas, animales y personas).
También es importante contemplar las especificidades de los ancianos, los
jóvenes y los niños, así como el papel de la mujer como sujeto importante del
desarrollo.
A partir de los sujetos mismos, el autodiagnóstico es
la mejor herramienta para conocer todos los aspectos antes mencionados. Para
realizar diagnósticos, los agentes externos a los grupos deben efectuar su
trabajo en coordinación con miembros de cada grupo y, en la medida de lo
posible, incorporarlos a tal tarea.
Es posible que en los grupos existan diferencias
significativas entre sus miembros y, dada la heterogeneidad en sus
características, tenga que realizarse una tipología que permita ubicar
sectores, las relaciones entre ellos, las organizaciones que forman, sus
intereses específicos, los vínculos económicos y políticos que mantienen fuera
de su comunidad, elementos de consideración forzosa en el proyecto por su
posible influencia, incluidos los conflictos que puedan generar.
Condiciones ambientales
El conocimiento de las limitaciones o posibilidades
del medio natural es una premisa para el diseño de la propuesta, pues permite
saber qué áreas son adecuadas para cada cultivo o actividad productiva a
establecer.
Los cultivos o actividades pecuarias a impulsar deben
adaptarse a las condiciones del medio natural, o bien los cambios a éstas no
deben deteriorarlas ni tener costos excesivos que hagan inviable económicamente
la propuesta, a menos que la finalidad del proyecto sea precisamente ecológica.
A la relación entre las condiciones ambientales y los
requerimientos del cultivo se le conoce como potencial productivo. En la actualidad existen metodologías para
determinar el potencial que en determinada región existe para ciertos cultivos.
Sin embargo, no conviene limitarse solamente a la consideración de los datos
edafológicos y agroclimáticos, que son los únicos que se incluyen en las
propuestas vigentes, sino que es necesario realizar pruebas de campo (Ortega,
1996: 133), máxime que las metodologías disponibles están diseñadas para
condiciones que difícilmente correspondan con las de la región. De acuerdo con
León (1974: 2, 3) las analogías climáticas ofrecen pocas recomendaciones
prácticas, la información sobre los requerimientos climáticos de los cultivos
tropicales es escasa y su aplicación mecánica puede llevar a serias
equivocaciones; “las analogías de ambiente dan únicamente una idea general,
pero son los experimentos los que pueden suplir una guía definitiva”.
Todo proyecto que se promueva debe contemplar al menos
la conservación del medio ambiente y preferentemente su mejoramiento. Al
hacerlo de esta manera, se facilitaría la sustentabilidad ecológica de la
propuesta.
Recursos vegetales y animales
Las especies y variedades o razas que se usen
preferentemente deben adaptarse a la región, tener buenas características
agronómicas y zootécnicas, satisfacer alguna necesidad o ser demandadas en el
mercado, tener potencial agroindustrial y contribuir a la conservación del medio
ambiente.
Los recursos fitogenéticos pueden ser nativos o
introducidos. Los cultivos nativos están adaptados a la región y son conocidos
por los productores; son parte de la riqueza vegetal que en buena medida se ha
perdido y que se debe preservar. No son necesariamente los más productivos,
pues es posible que algunos materiales de especies nativas hayan sido llevados
a otras regiones y por mejor adaptación o por mejoramiento se hayan convertido
en más productivos.
Algunos materiales nativos pueden ser de uso limitado,
pero tener gran potencial, aún sin tratarse de plantas cultivadas. El proceso
de llevar al cultivo estos materiales no es sencillo, requiere de estudios de
caracterización fenológica; de la recolección al cultivo existe un amplio
trecho que debe procurarse acortar, pero ello no simplifica la tarea. Por lo
anterior, deben preferirse las plantas domesticadas y no las silvestres de la especie
en cuestión, siempre y cuando existan las dos. Trabajar con plantas silvestres,
cuando son las únicas disponibles y es amplio su potencial, es ineludible,
aunque sumamente lento e inseguros los resultados a obtener.
En los cultivos introducidos las reglas clásicas a
considerar, de acuerdo con León (1997: 16) son: “que el producto sea de alto
valor económico, que se produzca mejor que en otras áreas, que no sea de
exigencias extremas en fertilidad del suelo y disponibilidad de agua, y que sea
resistente o tolerante en el mayor grado a plagas y enfermedades”. También se
requiere que se adapten a las condiciones del medio natural y que sean
aceptados por los productores. La introducción de cultivos debe hacerse con la
mayor diversidad posible pues, al no saber qué resultados se obtendrán, es
importante hacer pruebas de adaptación. Al respecto, León (1974: 2) señala:
“como la adaptación es la base del éxito o fracaso de una introducción, es
esencial en un programa de introducción de plantas conseguir el mayor número de
variedades posibles, a fin de ofrecer un amplio rango de adaptación”. En un
trabajo posterior, el mismo autor (León, 1997: 8) señala que “la introducción
del mayor número de genotipos de diversa procedencia geográfica ofrece las
mayores posibilidades de éxito”.
La introducción de material es una tarea delicada,
pues deben seguirse normas internacionales y procurar no llevar plagas y
enfermedades junto con las plantas. Deben introducirse plantas de las que se
tenga la mayor información disponible sobre sus características, usos,
historia, sistemas de manejo y formas de aprovechamiento.
En los cultivos nativos y en los introducidos debe
buscarse su mejoramiento productivo, tanto genético como con prácticas de
cultivo y al mismo tiempo conservar la riqueza de los recursos fitogenéticos.
Tecnología y transferencia
Dependiendo del cultivo o de la especie pecuaria de
que se trate y de las condiciones en las que se establezca, preferentemente
debe existir una sólida base tecnológica, sea en conocimientos y experiencias
de los productores, o bien en la disponibilidad y posibilidad de acceso a la
misma. De igual manera deben haber condiciones para generar, adaptar y
transferir tecnología.
La tecnología debe adecuarse a las condiciones del
cultivo y de la región y estar acorde con la disponibilidad de recursos de los
productores. Sin embargo, debe procurarse incorporar los más recientes
desarrollos tecnológicos, lo cual implica la existencia de un sistema de información
que permita conocerlos y obtenerlos. La biotecnología, por ejemplo, no en todos
los caso incluye procesos sofisticados, pues solamente significa la
incorporación de procesos biológicos a los desarrollos tecnológicos.
Conforme se avanza en la ejecución de los proyectos,
generalmente se generan nuevos conocimientos técnicos que deben sistematizarse
y difundirse para ampliar el acervo tecnológico de los participantes y de las
instituciones relacionadas con su generación y transferencia.
En los procesos de transferencia de tecnología los
mejores conductos son los propios productores y el mejor lugar el campo de
trabajo, sean parcelas demostrativas o parcelas de los líderes productivos del
grupo. Los intercambios entre productores son una forma de que se conozcan
directamente otras experiencias y se aprenda de ellas. La existencia de un
cuerpo técnico, externo o del mismo grupo, es fundamental para diseñar y/o
aplicar otras formas de transferencia.
Debe procurarse que la tecnología a utilizar sea de
bajo componente en insumos industriales, para evitar la dependencia de los
mercados de estos productos, que generalmente son costosos y están controlados
por fuertes empresas transnacionales, y para avanzar paulatinamente en el
desarrollo de una agricultura orgánica. Los paquetes tecnológicos que, además de
agroquímicos, incluyan semillas (variedades) conllevan mayores riesgos por las
implicaciones que tienen en la erosión de los recursos genéticos (destrucción
de variedades criollas).
Debe tenerse especial cuidado con las propuestas de
innovación tecnológica que pretendan aplicarse sin ensayos previos que prueben
su eficacia en las condiciones específicas del proyecto, pues “es bien sabido
que un rápido despliegue tecnológico puede conllevar desastrosos efectos sobre
el medio ambiente, que luego resulten más caros de reparar que los beneficios
esperados de la modernización” (Muro, 1992: 25-26).
La asistencia técnica debe tener el enfoque de
capacitación, de manera tal que los productores realmente conozcan la
importancia y las razones por las cuales deben realizar cada una de las
actividades requeridas por el cultivo, así como los procedimientos para
efectuarlos. Este enfoque tiene el propósito de que, una vez capacitados, los
mismos productores puedan realizar las labores requeridas y que por,
consiguiente, no establezcan una relación de dependencia con técnicos externos
al grupo.
Capacitación
Generalmente el conjunto de conocimientos de los
participantes en los proyectos no son suficientes para el mejor logro de sus
propósitos. Los aspectos en los que se puede requerir capacitación son vastos:
técnicos, contables y fiscales, organizativos, manejo postcosecha y mercadeo,
entre otros. Aunque pueden acudir a organismos especializados, gubernamentales
o no gubernamentales, lo mejor es procurar la capacitación de los mismos
productores en esos aspectos, tanto para fortalecer la capacidad de gestión del
grupo como para evitar la dependencia permanente de instancias externas.
Cuando en las tareas de capacitación se requiera de la
participación de instancias externas deberá procurarse que los comisionados de
éstas conozcan y compartan los objetivos del proyecto y que respeten las formas
y estructuras organizativas de los grupos.
El trabajo con grupos de mujeres tiene sus
particularidades y requiere de otra visión y diferentes actitudes de los
técnicos. En el caso de grupos étnicos es fundamental conocer su lengua o
idioma, pues en caso contrario la comunicación sencillamente no puede
establecerse.
La capacitación se facilita con el aprovechamiento de
las aptitudes e intereses de los miembros del grupo, pero conviene que más de
uno se capacite para la misma tarea. El intercambio con otros grupos de
productores es un medio eficaz para la asimilación de experiencias diferentes.
Recursos y financiamientos
Tanto el diseño como la ejecución de los proyectos
requiere de bienes materiales o pecuniarios. Los productores deben hacer todo
lo posible por canalizar recursos propios a sus proyectos, sea en dinero, en
especie y/o en trabajo, de tal manera que eviten la dependencia de fuentes
externas que generalmente tratan de hacer prevalecer sus condiciones para el
ejercicio de los recursos asignados, o bien los utilizan como un mecanismo de
control económico y político y para frenar los procesos de autonomía y
autogestión. De cualquier manera, también es importante buscar que el Estado,
agencias internacionales y organismos no gubernamentales canalicen recursos, en
forma de infraestructura productiva, financiamientos o donaciones, pero siempre
de acuerdo con las necesidades del proyecto y con las decisiones del grupo,
pues cualquier apoyo conseguido constituye una ventaja y reduce los riesgos
económicos del proyecto, pero, en contraparte, también es cierto que representa
riesgos para la autonomía y la capacidad autogestiva del grupo.
El financiamiento constituye una palanca fundamental
para la ejecución de los proyectos de desarrollo, que puede permitir obtener
resultados en poco tiempo, “pero si se prescinde de la construcción a idéntico
ritmo de los andamios institucionales y sociales el nuevo edificio no durará”
(Cernea, 1995:35). Incluso, más que el monto absoluto del flujo financiero, lo
realmente importante es la calidad global del proyecto, que debe contemplar el
fortalecimiento de las estructuras socioculturales y de los procesos organizativos
necesarios para su desarrollo, pues existen proyectos que aun disponiendo de
recursos abundantes no logran consolidarse.
En general, contratar un financiamiento no tiene
mayores implicaciones, siempre y cuando exista aceptación plena en el grupo y
solidariamente se asuma el compromiso. Lo normal es que se pague. Cuando eso no
acontece es porque los proyectos no fueron iniciativa del grupo y tampoco se
apropiaron del mismo durante su ejecución, por lo cual lo perciben como un proyecto
ajeno y, por tanto, no asumen el compromiso de pagar deudas que no fueron
solicitadas por ellos y cuyo ejercicio tampoco estuvo en sus manos.
Integración industrial
Debe procurarse el acondicionamiento o transformación
industrial de los productos agrícolas y pecuarios, de preferencia en las mismas
unidades productivas, a modo de incorporarle mayor valor a lo producido, tener
disponibilidad durante más tiempo, ofertar mayor variedad de productos o con
diferentes presentaciones y participar en más mercados.
Mientras mayor sea la integración productiva tiende a
incrementarse el control y la apropiación del proceso productivo por parte de
los productores, más aún cuando también logran insertarse ventajosamente en el
mercado de insumos y en el mercado de productos; de igual manera, contribuye a
disminuir algunos riesgos consustanciales a la actividad agrícola, como las
dificultades para encontrar mercado al momento de la cosecha y la posibilidad
de perder la producción cosechada por su carácter perecedero. La integración de
los procesos agrícolas con los industriales puede facilitar el acceso a
capitales y a nuevas tecnologías. Por supuesto, también implica cambios en las
características de las unidades productivas, pues éstas se vuelven más
complejas y amplían su gama de relaciones económicas.
Necesidades y mercados
Los cultivos o especies pecuarias cuya producción se
promueva deben satisfacer necesidades, sean de tipo alimenticio, medicinal,
ornamental o para abastecer los procesos de transformación industrial. Ante
nuevas funciones de la agricultura también pueden orientarse a la conservación
de los recursos naturales, la creación y recreación de paisajes o a servir para
el fomento de actividades como el turismo rural y el ecoturismo. La producción
puede ser para el uso o consumo en las mismas unidades productivas o bien para
canalizarse al mercado.
En general, es conveniente mantener o fomentar la
diversidad productiva, tanto en las unidades de producción como en la región,
de tal manera que exista una base material lo suficientemente flexible para
enfrentar factores adversos; además, constituye una estrategia de sobrevivencia
y reproducción al garantizar el consumo propio (fomenta la autosuficiencia
alimentaria) sin descartar la inserción en mercados regionales e incluso internacionales.
En contraparte, la excesiva especialización o el monocultivo hacen vulnerables
a las unidades de producción y a las regiones, sobre todo cuando están
principalmente vinculados a mercados externos.
Gordillo (1990:74) define al mercado como “el espacio
donde se disputa el excedente generado en el medio rural y donde se expresan
claramente las diversas fuerzas sociales, que a su vez determinan su dinámica”.
Propone una intervención de carácter social, distinta a la regulación estatal o
a la sola acción de la oferta y la demanda, en donde tengan mayor presencia las
organizaciones de productores y cuyo móvil no sea sólo la obtención de
utilidades, sino la disputa y conservación del excedente generado: “La búsqueda
de una nueva racionalidad en los mercados por medio de la intervención conjunta
de los aparatos estatales y de las organizaciones campesinas, puede contribuir
a la democratización de algunas decisiones económicas que afectan a los
campesinos” (p. 74). Una tarea en este sentido es la eliminación o regulación
del excesivo intermediarismo del que no obtienen beneficios ni los productores
ni los consumidores.
Cuando la producción esté destinada fundamentalmente
al mercado deberá procurarse, antes de la ejecución del proyecto, constatar que
exista demanda en los ámbitos local, regional, nacional o internacional; se
trata de planear la producción para satisfacer demandas y necesidades
específicas. La colocación de los productos en los distintos ámbitos requiere
de la elaboración de estudios de mercado (estudios de la oferta, de la demanda,
de los sistemas de comercialización) y del conocimiento de las formas de
funcionamiento y de los mecanismos de protección de mercados de otros países,
así como de las regulaciones arancelarias o fitosanitarias.
Es importante no depender de un solo mercado, máxime
tratándose de materias primas. Conviene, además, tener una sólida base de
consumo local y regional, que amortigüe los cambios en los otros ámbitos de
mercado, a manera de una base de seguridad de los proyectos. Es importante que
en las mismas unidades de producción se utilicen o consuman los productos obtenidos.
En algunos casos pueden aprovecharse las ventanas de mercado que se presentan
en otras regiones o países. Igualmente existen nichos de mercados para
determinados productos o para productos con determinadas características: los
frutales exóticos, por ejemplo, tienen creciente demanda en el mercado
internacional, principalmente en los países más desarrollados; los productos de
la agricultura orgánica, por su parte, tienen buena aceptación y son muy bien
pagados.
La suscripción de acuerdos comerciales es una forma de
participar en los bloques económicos, tratando de aprovechar las ventajas con
que se cuente. Incluso, existe la posibilidad de insertarse en más de un
bloque, lo que permite diversificar relaciones. Lo anterior, sin embargo,
requiere de la búsqueda de competitividad, lo que significa aumento de la
productividad a menores costos.
El desarrollo del mercado interno es de fundamental
importancia, pues es reflejo del aumento en la capacidad adquisitiva de los
pobladores de la región, y a su vez, puede repercutir en imprimirle mayor
dinamismo al conjunto de las actividades económicas.
Rentabilidad e impacto
Los proyectos productivos deben ser rentables en
términos económicos, porque de otra manera difícilmente se tendría acceso a
financiamientos y otros apoyos, a menos que se trate de proyectos estratégicos
para la organización o la región, de cuya realización dependa el éxito de otros
proyectos o el cumplimiento de los propósitos buscados.
La capitalización de excedentes, a través de fondos de
reserva, de inversiones, de previsión social y de amortización y depreciación,
así como del incremento del capital social, son elementos fundamentales para la
consolidación de la empresa, sobre todo desde la perspectiva económica.
De la misma manera que los resultados económicos
dependen de factores sociales, el logro de algunos objetivos sociales está
condicionado por los resultados económicos de los proyectos (Paas, 1990: 7).
Todos los proyectos que se impulsen deben tener
impacto económico y/o social. En ambos casos debe traducirse en el mejoramiento
en los niveles de bienestar, en la generación de empleo, en la preservación del
entorno, en el fomento a la mayor participación de los productores, en la
continuidad y ampliación de los proyectos y, en suma, en el desarrollo rural de
la región.
La gestión del bienestar social debe ser parte
esencial de la estrategia de desarrollo, particularmente en lo que respecta al
programa de abasto, en la medida que influyen en el mercado de bienes-salario y
que pueden ampliar espacios importantes de transferencia del excedente. De
igual forma, los programas de vivienda rural pueden funcionar como programas de
empleo y capitalización, creando posibilidades reales en la apropiación de los
excedentes (Gordillo, 1990: 78).
Es de vital importancia establecer un justo equilibrio
entre el interés de los socios por percibir beneficios inmediatos y la
necesidad de mantener o acrecentar la capacidad económica del proyecto, que
sólo puede lograrse con el convencimiento y concientización de los socios. Al
respecto, Paas (1990: 24) señala que “cuanto más pobres son los miembros de la
organización, más fuertes son, por las necesidades apremiantes, las presiones
para repartir lo que todavía no se ha ganado.”
Participación
La
participación de los productores tiene que ver con el control de los procesos
de toma y ejecución de decisiones en todos los momentos del proyecto, desde su
concepción hasta su ejecución y evaluación; cuando tal control se logra
plenamente se habla de autogestión. Existen distintos niveles de participación
y debe procurarse que entre la base y los cuerpos directivos existan mecanismos
intermedios de toma y ejecución de decisiones. El liderazgo y las organizaciones
formales son modalidades y niveles que asume la participación, y son de vital
importancia para el éxito de los proyectos.
EL
componente central: LA Participación
La
mayor parte de los proyectos de desarrollo rural promovidos por agencias y
organismos gubernamentales y no gubernamentales recurrentemente han fracasado.
Desde 1974, Araujo señalaba que un factor de decisiva importancia en la
estrategia para el desarrollo rural latinoamericano era “la necesidad de promover
la participación del campesinado en la toma de decisiones sobre asuntos de
interés público”, sobre todo porque se percibía que su carencia era un
“elemento elevador de la tensión social” que podía conducir a la población
marginada a una “conducta social beligerante”. Más recientemente, en los
análisis realizados por los autores de una obra coordinada por Cernea (1995),
así como en otros trabajos (Paas, 1990; Muro, 1992; Torras, 1995), se concluye
que la causa de tales fracasos radica, principalmente, en que los promotores de
los proyectos no han considerado a la gente (hombres y mujeres) como base y
punto de llegada de las iniciativas de desarrollo, y no han explorado y/o
aplicado mecanismos para garantizar su plena participación en la
identificación, diseño, ejecución y/o evaluación de los proyectos, o bien han
obstaculizado dicha participación. Tal como señala Torras (1995: 4), “los
procesos de desarrollo los diseñan los ‘otros’”.
En
la formulación y evaluación de los proyectos entran en consideración dos de sus
componentes fundamentales: lo técnico y lo social, que necesariamente son
complementarios. Sin embargo, los proyectos fallidos generalmente no tienen
como causa primaria o principal aspectos técnicos, sino sociales, lo que indica
la relevancia de su consideración como el factor esencial en los procesos de
desarrollo. Los aspectos técnicos, por lo general, ya están definidos y tan
sólo se adaptan a las condiciones particulares de los proyectos, pudiendo
revisarse y mejorarse como resultado de la experiencia de los mismos grupos. En
cambio, lo social no es una situación dada, pues cada grupo social tiene sus
particularidades, lo que hace que la llamada “ingeniería social” adquiera
relevancia, sobre todo en los aspectos de: formación de grupos, liderazgo,
participación en la toma y ejecución de decisiones, estructuras intragrupales,
incentivos, sanciones, comunicación e información y distribución de beneficios
(Cernea, 1995: 399).
Concepto de participación
La
participación puede definirse de
manera general como la intervención de los individuos en los procesos de toma y
ejecución de decisiones, entendiendo que éstos abarcan desde la identificación
de un problema o el planteamiento de una necesidad hasta la evaluación de los
resultados, pasando por la ejecución de la alternativa elegida.
Hasta
aquí se trata de un término bastante genérico, puesto que no hace referencia
alguna ni a la cantidad ni a la calidad de la intervención, ni a los ámbitos,
niveles y modalidades que asume, así como tampoco a los obstáculos que la misma
tiene que enfrentar.
Torras
(1995: 23) define a la participación como la intervención de las personas “en
los procesos económicos, sociales, culturales y políticos que afectan a sus
vidas y que, de manera permanente, tengan la posibilidad de tomar sus propias
decisiones”. Tal definición es más precisa en el sentido de que toma en
consideración los ámbitos de la
participación, o sea, las esferas en que transcurre la vida cotidiana de
los individuos: social, cultural, política, económica.
Los
distintos ámbitos de participación son definidos por Torras (1995: 25): el social se refiere a la “capacidad de
intervenir en todas las actividades domésticas y comunitarias”; el cultural, a la “capacidad para
contribuir a fortalecer la independencia, soberanía e identidad de los pueblos”,
con la consideración adicional de que la cultura reafirma los lazos solidarios
y la cohesión comunitaria, en tanto que los valores ajenos alteran las
estructuras sociales; el político, a
la “capacidad para ejercer el derecho compartido a decidir el gobierno que
dirige la propia comunidad”; el económico,
a “tener acceso a la formación e información necesarias para poder entrar en el
mundo laboral, y recibir después la justa retribución según los activos
derivados precisamente de la participación en el trabajo en cuestión”, o bien,
la “oportunidad de utilizar las capacidades propias y a cambio obtener una
retribución económica, que permita tener acceso a bienes y servicios necesarios
para una calidad de vida aceptable”.
La
participación en el ámbito económico sin lugar a dudas es la más ejercitada,
pues al ser la producción —entendida en el sentido amplio de producción
material y espiritual, así como de producción de relaciones sociales de
producción— la actividad en que transcurre la vida cotidiana de los individuos,
la cuestión económica se vuelve importante. Por tal razón, Bobbio (1989: 52,
53) sugiere que puede ser una vía para inducir la participación en otros
ámbitos, particularmente en el político, donde, de acuerdo al mismo autor,
existe crisis de participación.
En
los distintos ámbitos se presentan modalidades
de participación, noción que remite a la idea de calidad de la
participación y que, por tanto, precisa aún más el concepto. Así, se puede
hablar de participación: activa, pasiva, subordinada, autoritaria, manipulada,
etcétera. En estas modalidades influye la apatía de los individuos, la crisis
ideológica o religiosa, la manipulación de acuerdos y consensos y la falta de
los efectos buscados con la intervención en procesos anteriores.
Además,
existen distintos niveles de
participación, relacionados con las formas específicas en que los
individuos intervienen en los procesos: como miembro de un grupo, como miembro
de instancias directivas o como miembro de instancias intermedias de toma y
ejecución de decisiones.
Las
figuras organizativas y el liderazgo implican tanto modalidades
como niveles de participación. La constitución de grupos u organizaciones
formales de los productores es de vital importancia, pero siempre deben
considerar la plena intervención de todos los miembros en la toma y ejecución
de decisiones. Las organizaciones “requieren ser flexibles para adaptarse a las
variadas actividades sociales y productivas implícitas en las nuevas formas de
hacer las cosas, y aún para proponer, apoyar y mantener los cambios que vayan
estimándose necesarios” (Muro, 1992: 25). Las figuras asociativas de segundo y
tercer nivel generalmente representan espacios privilegiados para el desarrollo
de actividades productivas a gran escala, con el concurso de varias unidades
económicas simples y orientadas básicamente al fortalecimiento económico y
social de éstas (Gordillo, 1990: 75). El liderazgo está más ligado a niveles de
participación y puede convertirse en freno o catalizador de los procesos de
desarrollo.
A
la participación se le han señalado ventajas importantes en cuanto su
contribución a los procesos de desarrollo. Se le considera como premisa o
instrumento para el logro de los propósitos del desarrollo, pero también como
objetivo a alcanzar en el mismo. Otra de sus cualidades es que convierte a las
personas involucradas en los procesos de cambio en sujetos de su propio
desarrollo. Bedregal y Tradardi (1978: 63) también le atribuyen efectos
formativos: “la participación origina responsabilidad y, por lo tanto, el
efecto formativo de la experiencia... constituye el único modelo práctico de
que la libertad humana pueda concretarse en un sentido social”. Incluso, se
propugna por el derecho a la
participación, sobre todo bajo la consideración de que los grupos
dominantes no permiten a los grupos sociales dominados tomar decisiones sobre
aspectos que les competen directamente (Torras, 1995: 11).
La
participación está estrechamente ligada con la autogestión; de hecho, puede considerarse que la participación
deseable, la de calidad, es la autogestiva. A su vez, la autogestión tiene como
categorías centrales a la autonomía y
a la autosuficiencia.
La
Unión de Colonias Populares (1990: 195) define a la autonomía como “la libertad
que tiene el sujeto, sea individual o colectiva, de gobernarse a sí mismo y con
sus propias reglas y normas... La autonomía significa poder y capacidad de
gestión, significa deshacerse de la regulación externa para poder existir y
subsistir por sí mismo, lo cual no implica separación y aislamiento, sino la
redefinición de las relaciones en planos de igualdad, no de dependencia o dominación”.
La autosuficiencia, en tanto, es definida por la misma Unión (1990: 195-196) como
“la fuerza de un grupo organizado que hace que su potencialidad productiva se
encamine a la solución y respuesta a las expectativas e intereses de sus
miembros. A través de ella el grupo adquiere capacidad de controlar y regular
sus propios productos de producción y consumo, la apropiación y acumulación de
recursos propios, el autoabastecimiento y el control sobre el excedente
generado”.
Para Gordillo (1990: 76) la autonomía en la toma de
decisiones “se refiere a la mayor o menor capacidad de los socios de una
organización para decidir, endógenamente, la estrategia de desarrollo, los
proyectos de inversión, la gestión y asignación de recursos y el uso del
excedente generado”. Es cierto que existen influencias externas, pero el
elemento decisivo para garantizar la autonomía es endógeno y en los proyectos
de desarrollo rural de base agrícola se relaciona con tres áreas básicas: la
económica (que incluye las autonomías técnica, financiera y comercial), la
política y la social (que comprende las autonomías religiosa y cultural).
Obstáculos a la participación
La
consumación de las intenciones arriba esbozadas suele dificultarse en la
práctica, sea porque los productores adopten conductas relacionadas con su
sometimiento a formas de paternalismo y control estatal, o porque las
instancias financieras u organismos involucrados en los proyectos no contemplen
en sus mecanismos de operación o en sus formas de acción la participación plena
de los miembros de las organizaciones.
Entre
los obstáculos inherentes a los productores se encuentran: conductas de supeditación
a factores externos, principalmente a la acción gubernamental; intereses
creados, que no aceptan o conciben la posibilidad de que los individuos tengan
acceso al poder político y económico, de manera tal que la participación se
concentra en los grupos dominantes, excluyendo de los procesos de desarrollo —y
de sus beneficios— a los demás; adopción de valores ajenos a su cultura, como
la competitividad y el predominio del más fuerte, que rompen con los valores
tradicionales. También pueden existir normas sociales que potencian la
exclusión de los individuos.
Ligados
al aspecto anterior, están los problemas derivados de la acción gubernamental
que, en general, fomenta la dependencia, sobre todo si se sustenta en una
cultura política clientelar y corporativa, como en el caso de México. Los
proyectos promovidos directamente por el Estado en buena medida son aceptados
en cuanto constituyen una fuente de recursos para los productores, y no son
vistos como oportunidad de iniciar o consolidar alguna actividad productiva que
les garantice empleo e ingresos permanente y progresivamente. El carácter
tutelar y paternal en la relación Estado-productores bloquea las posibilidades
de desarrollo de los proyectos y fomenta corrupción e ineficiencia
administrativa. Las burocracias no consideran la situación de los grupos y
bloquean sus canales de participación. Además, en la ejecución de los proyectos
las instancias gubernamentales utilizan el entramado burocrático que no le
otorga la mínima consideración a los productores y que significa apego estricto
a su normativa.
En
el caso de los proyectos promovidos por los mismos grupos, cuando son aprobados
por las instancias gubernamentales quedan incorporados a los programas y a la
normativa de éstas.
Los
usos políticos de los proyectos también son una constante, pues generalmente
esta consideración prevalece por encima de las variables técnicas, económicas y
sociales. Aún más, los recursos gubernamentales canalizados a los proyectos
fluyen dependiendo de los ritmos definidos en las instancias de gobierno, a
veces según consideraciones políticas, y no de los requerimientos de los
proyectos, lo que va en detrimento del cumplimiento de las metas propuestas y
en general desalientan el proceso de participación.
Participación en las fases de un proyecto
La
participación ocurre en todas las fases de un proyecto, de manera diferencial
para cada uno de los miembros y en cada una de las fases. Por tal razón se
considera que la mejor forma de analizar los factores que influyen en la participación
es precisamente a través de las etapas de los proyectos, a saber:
·
Identificación
·
Diseño
·
Evaluación previa
·
Ejecución
·
Evaluación final
Identificación
del proyecto
En
esta etapa lo fundamental es la definición o conformación del grupo
participante, la formulación de metas sociales y económicas y la evaluación de
las probables consecuencias que la ejecución del proyecto implicaría.
La
formulación de las metas sociales y económicas está ligada a las necesidades
sentidas o planteadas por miembros de una colectividad. Estos individuos son
los que buscan que otros miembros coincidan con su percepción. Entonces, a
través de la necesidad puede llegarse a la formación de un agrupamiento de
individuos que busquen solución a un problema ya identificado. Las organizaciones
que no surjan de las necesidades del grupo, en principio no tienen condiciones
que les permitan su consolidación.
El
proceso anterior puede surgir en la misma comunidad, mediante actividades de
autodiagnóstico conducidas por los líderes naturales. También pueden ser
propuestos o auspiciados por elementos externos a la comunidad, pero suele
suceder que en estos casos los beneficiarios no los sienten suyos y se
mantienen a la expectativa, sin comprometerse en su elaboración y ejecución. Lo
importante, en todo caso, es que participen los sujetos que se involucrarían
realmente en el proyecto, pues, como escribe Paas (1990: 8), “las
probabilidades futuras de un proyecto aumentan en la medida en que éste es
autogestionario desde su origen, responde a una decisión autónoma de un grupo
para resolver un problema sentido o para aprovechar un recurso aún no
explotado”.
Así
como las necesidades, también tienen que tomarse en consideración las
características socioculturales (usos y costumbres, creencias, idioma,
religión) y los valores; de esta manera se evita desde el comienzo entrar en
conflicto con la dinámica social del grupo y de la comunidad a la que
pertenecen. Sin embargo, al identificar la existencia de usos y costumbres que
tengan que ver con vicios arraigados o conductas que pongan en riesgo cualquier
proyecto colectivo, deben tratar de desterrarse.
Cuando
no exista una organización formada especialmente para el proyecto, debe
analizarse el potencial de los miembros del grupo, sus formas de organización
social tradicional y el tipo de liderazgo que generan y mantienen.
La
conformación del grupo dependerá en todos los casos de la necesidad sentida o
de las características del proyecto a impulsar. Sin embargo, deberá cuidarse
que los miembros de la comunidad que se agrupen sientan la necesidad, estén
convencidos de la importancia de darle solución a la problemática mediante su
participación en todas las fases del proyecto y estén dispuestos a cumplir y
hacer cumplir las disposiciones que el grupo defina. Desde un principio debe
quedar suficientemente claro cuál es el grado de compromiso y participación que
el proyecto demandará, entendiéndose que podrá ser diferente para cada etapa
del proyecto.
Todo
proyecto nuevo tendrá que considerar las actividades productivas existentes,
las formas de manejo de los bienes y el potencial de los recursos naturales de
que dispongan.
Es
conveniente que el grupo contemple la aportación de recursos propios para el
proyecto, pues de esta manera su participación será más responsable y además
estará en condiciones de hacer valer su independencia ante la acción de
instancias foráneas. Sin embargo, no debe descartarse la posibilidad de
conseguir recursos externos para el desarrollo del proyecto, así como contar
con otros tipos de apoyos.
La
consideración de los elementos anteriores constituye una evaluación muy
preliminar de la viabilidad de desarrollo de la iniciativa del grupo, que debe
permitir la selección de la alternativa más viable. Si se encontrara que no
existen condiciones para su realización no se pasaría a la etapa de elaboración
del proyecto. Los individuos de la comunidad, en consecuencia, quedarán de
nuevo en la situación de identificar problemas (necesidades) y plantear
soluciones que, de encontrar condiciones propicias, podrán llevar a la
elaboración de un nuevo proyecto.
Diseño del
proyecto
En
la elaboración de los proyectos deben aprovecharse los talentos y experiencias
de miembros del grupo, incluidas algunas formas de organización para la
consulta o la búsqueda de consenso. Si hubiera gente capacitada para coordinar
la elaboración, ésta debiera realizarse preferentemente por el mismo grupo,
para evitar la intervención de personas que no estén compenetradas de la
necesidad sentida, del potencial productivo y organizativo y de los mecanismos
locales de participación; de esta manera también se abaratan costos y se gana
autonomía. Cuando tienen que participar personas ajenas al grupo, el diseño del
proyecto debe resultar de un intercambio y una negociación entre el grupo
beneficiario y la instancia externa, tomando en cuenta las necesidades y
capacidades de ambas partes.
Sin
embargo, cuando en el mismo grupo no sea posible la elaboración del proyecto,
deberá buscarse alguna institución o persona que lo coordine, involucrando en
la actividad a miembros del grupo.
La
evaluación realizada como parte de la identificación del proyecto, que indicara
la viabilidad del mismo, tendrá que ser retomada en esta etapa.
Interesa
analizar el potencial de los recursos naturales con que se cuenta. Aquí se
considera la disponibilidad de insumos o materia prima y tecnología. De acuerdo
con la experiencia de los productores y los recursos con que cuenten se formula
la propuesta técnica del proyecto.
También
importa analizar el potencial organizativo. Con fundamento en las formas
tradicionales de organización debe formularse una propuesta organizativa que
puede incluir la selección de la figura jurídica más conveniente de adoptar, la
definición de la estructura organizativa, la nominación de los representantes
formales del agrupamiento, la elaboración de las normas de funcionamiento (los
estatutos) y de los mecanismos de participación y la definición de incentivos y
castigos. Esta tarea es de vital importancia, pues como dicen Guggenheim y Spears
(1995:382): “Un aspecto básico del éxito de un proyecto es el diseño de la
organización que se supone lo llevará a cabo”. Otro autor (Cernea, 1995:398)
también señala que:
Las
acciones colectivas tienen mayores posibilidades de llevarse a cabo y ser efectivas
cuando las personas pertenecen a grupos organizados, cuando están informados y
cuando perciben, conscientemente, que actúan con un propósito y de manera coordinada
contribuye en gran medida a sus mejores intereses; lo mismo sucede cuando el
grupo ha establecido estructuras de liderazgo, así como las normas y
procedimientos internos adecuados para organizar y administrar a sus miembros y
para superar los conflictos y comportamientos irregulares.
En
esta etapa se considera los vínculos del proyecto, puesto que deberán
analizarse el abasto de los productos que requiere, el mercado para los
productos que genere y las fuentes de financiamiento.
Si
esta actividad es realizada por los miembros del grupo o los agentes externos
logran involucrarlos en su elaboración, el proyecto ganará mucho, pues desde
antes de que inicie su ejecución ya será plenamente conocido y, sobre todo,
será considerado como producto del trabajo del grupo y de cada uno de los
individuos que participaron en su elaboración. De esta manera se garantiza la
apropiación del proyecto en todos sus componentes: técnico, organizativo, económico
y social.
Un
logro del involucramiento de los productores en esta actividad es que en la
práctica se capacitan y se apropian de las técnicas y procedimientos para la
elaboración de proyectos, lo que redundaría en obtener mayor independencia. No
se descarta la colaboración que pueda darse con otras organizaciones con mayor
experiencia.
Evaluación
previa del proyecto
A
pesar de que en la elaboración del proyecto se consideren todos los elementos
importantes y participen los miembros de la organización, es necesario realizar
una evaluación, ya no sobre el potencial, sino sobre el comportamiento
previsible que tengan esos elementos en el futuro. Si bien al momento de la
formulación del proyecto se considera que existen condiciones favorables, un
análisis prospectivo podría indicar la posibilidad de que esos factores dejen
de ser favorables en algún tiempo. Dependiendo de la importancia que
determinados factores tengan para el desarrollo del proyecto, en este momento
se tomará la decisión sobre su ejecución o suspensión.
En
cuanto los aspectos sociales a evaluar, Cernea (1995:45) menciona los
siguientes:
·
Las características socioculturales del grupo
beneficiado.
·
Las formas de organización de las actividades
productivas en el área del proyecto: formas de acceso, control y uso de los
recursos, influencia de las formas de organización familiar, disponibilidad de
fuerza de trabajo, opciones de ocupación en la región, acceso a los mercados y
a las economías regionales.
·
La aceptación del proyecto por otros grupos del área,
o por agencias gubernamentales o no gubernamentales que estén promoviendo o
ejecutando proyectos en la misma región.
·
La estrategia social para la ejecución y operación del
proyecto, necesaria para obtener y mantener la participación de los
beneficiarios.
Además
de la evaluación de factores sociales que inciden sobre el proyecto, debe
hacerse una evaluación de su impacto social, en cuanto su contribución al
desarrollo rural de la región y a la solución de problemas sociales.
La
otras evaluaciones que se hacen son la económica y la ecológica. La económica
se refiere tanto a la rentabilidad del proyecto como a su capacidad de
generación de empleo y contribución al desarrollo económico de la región; la
ecológica, en tanto, tiene que ver con los posibles efectos (positivos y
negativos) que la ejecución del proyecto tenga en el entorno.
Se
trata, en suma, de una evaluación de los posibles riesgos que tenga que enfrentar
la ejecución del proyecto, y que son: organizativos, económicos, financieros,
ambientales y de acceso a mercados. En los proyectos con énfasis en la
participación se deben considerar los factores que reducen la competitividad y,
por tanto, la posibilidad de permanencia de los proyectos, entre los que se
encuentran los costos organizativos, administrativos y de aprendizaje y capacitación.
Lo importante es que, una vez superadas estas limitaciones, los costos
indicados se compensarán con el éxito global del proyecto.
Ejecución del
proyecto
Los
proyectos se ejecutan sobre las pautas señaladas durante su formulación, pero
indudablemente no tal como se plantearon. Implica modificaciones,
reinterpretaciones y negociaciones entre las partes involucradas en su
ejecución. En caso de que en la promoción y elaboración del proyecto hayan
participado instancias externas, el grupo debe asumir lo más pronto posible la
plena responsabilidad en la dirección del proyecto; de otra manera, podría
profundizarse la relación de dependencia, no sólo en aspectos técnicos y
administrativos, sino en la estrategia y conducción misma del proyecto, que
puede traducirse en una actitud pasiva de aprovechamiento personal de los
recursos y las oportunidades, sin el menor interés de aportar recursos o
contribuir al éxito del proyecto. El caso extremo, señalado por Paas (1990.
15), se presenta cuando la agencia promotora: 1) concibe e impulsa el proyecto,
2) lo financia o consigue buena parte de los recursos y 3) está permanentemente
presente con el fin de dirigir, asesorar y capacitar al grupo beneficiario.
Toda
ejecución de proyecto implica: movilización de recursos y manejo de conflictos,
aspectos que deben estar suficientemente normados, a pesar de que puedan
revisarse y ajustarse sobre la marcha.
Los
recursos movilizados en los proyectos son: la fuerza de trabajo de los socios y
la mano de obra que en caso dado se contrate, los insumos, las herramientas y
el equipo de trabajo, los recursos económicos y demás bienes que sea necesario
utilizar. Se requiere del establecimiento de normas que regulen el uso de cada
recurso, así como del diseño de instrumentos que permitan llevar un control
adecuado y actualizado, que facilite detectar a tiempo la falta de algún
material y plantear su adquisición, que permita identificar deterioro de equipo
y las causas, y que posibilite presentar informes periódicos a las instancias
de la organización que lo requieran o a las agencias que participen en apoyo al
proyecto.
El
manejo de los recursos debe estar en manos de la gente más preparada de la
organización, a quienes se les tenga suficiente confianza. Fundamentalmente, se
trata de administradores y no necesariamente de líderes productivos u
organizativos. Aunque el manejo de los recursos es una actividad que debe estar
centralizada, para fines de mayor control, los distintos tipos de recursos
pueden permitir la participación de varios miembros de la organización en su
manejo, lo que indica que cada tipo de recurso puede ser manejado por uno o más
socios, dependiendo de la complejidad de la tarea y de las capacidades y
aptitudes de los socios. Los recursos económicos deben ser manejados por una
sola persona, pero el registro contable de los mismos puede realizarlo otra. El
equipo y las herramientas de uso común tienen que estar bien administrados y un
miembro del grupo debe hacerse responsable de ello, aún cuando no tenga bajo su
resguardo ese material, sí tiene que saber qué miembros del grupo lo tienen.
El
manejo de los conflictos requiere de la definición de normas para evitar o
resolver las disputas, que deben contemplar la aplicación de sanciones.
Necesariamente tienen que ser miembros del grupo quienes se hagan cargo de la
resolución de disputas y de la aplicación de sanciones, por lo que deben tener
y debe reconocérseles autoridad, entendida ésta como la capacidad de hacer
prevalecer su criterio, en caso de conflicto, incluso en contra de la voluntad
de los socios involucrados.
Tanto
los miembros del grupo responsables de la tarea anterior, como la organización
misma, deben gozar de credibilidad, que es la condición que les permitirá
responder conjuntamente a las amenazas que enfrente su organización, hacer
respetar los estatutos y aplicar las sanciones sin generar nuevos conflictos.
Las
sanciones deben ir aparejadas a incentivos. De acuerdo con Freeman y Lowdermilk
(1995:153), “las organizaciones que carecen de incentivos y castigos
predecibles carecen igualmente de la capacidad para ejecutar acciones conjuntas
de un modo predeterminado y predecible” y “el poder de toda organización radica
en que sus miembros acuerden que determinados premios y castigos se emplearán
de maneras específicas, a fin de lograr que los miembros hagan lo que no harían
de estar separados de la red”.
En
esta etapa del proyecto, precisamente la más duradera, es en la que adquiere
mayor importancia la propuesta de definir instancias intermedias de
participación en la toma y ejecución de decisiones, que se constituyan en
enlaces entre los órganos de representación formal y general de la organización
y el conjunto de los socios. Tal como se indicó con anterioridad, estas instancias
intermedias, responsables de la administración de los recursos y del manejo de
conflictos, deben tener perfectamente definidas sus funciones, sus normas de
funcionamiento, las sanciones y los estímulos.
Evaluación
parcial y final del proyecto
La
ejecución de los proyectos y los resultados de los ajustes requieren de
evaluación periódica. De hecho, los ajustes realizados son producto de
evaluaciones, de análisis de aspectos del proyecto que, de haberse mantenido
tal como se formularon, no hubieran funcionado.
Las
evaluaciones pueden ser parciales, en el sentido que correspondan a una fase o
bien a un aspecto del proyecto. Las fases o etapas del proyecto deben ser evaluadas
por todas las instancias de la organización relacionadas con su ejecución y los
resultados de su análisis deben ser conocidos por todos los socios de ella. Lo
más frecuente es la evaluación de aspectos del proyecto, sea que tengan que ver
con la administración de los recursos, las formas de organización interna, la
solución de conflictos, el desempeño de los socios en sus comisiones o tareas o
los resultados del proyecto. En este caso, la evaluación se hace por los
responsables de las comisiones o por las instancias intermedias que estén
definidas; si se tienen que hacer ajustes importantes es conveniente someterlo
a consideración de las instancias directivas y del conjunto de los socios.
Para
los proyecto sociales se ha buscado definir criterios o factores relevantes
para la evaluación que permitan la comparación de sus características antes,
durante y después de su ejecución. Así, Muro (1992: 62-63) menciona las
características de los miembros del grupo antes del proceso de desarrollo:
·
Individualismo, reflejado en la predominancia de la
propiedad privada; poco interés en proyectos comunitarios; escasa participación
en los procesos de toma de decisiones.
·
Falta de análisis crítico de la situación; inhabilidad
para identificar las causas de los problemas estructurales y para hallarles
solución.
·
Dependencia económica, social y política; explotación
por patrones.
·
Falta de confianza en su propia habilidad para cambiar
su situación.
·
Ausencia de organizaciones que representen
efectivamente los intereses grupales.
·
Falta de cooperación.
·
Ignorancia, suspicacia extrema y aislamiento; temor a
participar en pláticas, discusiones y a contraer compromisos.
El
mismo autor también señala las características deseables en los grupos después
de haber participado en los procesos de desarrollo:
·
Cohesión interna.
·
Sentimiento de solidaridad.
·
Conciencia crítica.
·
Participación crítica y activa
·
Reducción de la dependencia, aumento de la
autoconfianza.
·
Autodirección, autosuficiencia, autonomía grupal.
·
Recursos colectivos, reservas de capital.
·
Capacidad directiva del proyecto en general,
autogestión.
·
Democratización del poder, responsabilidad colectiva.
·
Articulación con otras instituciones controladas por
productores.
·
Envolvimiento y compromiso en la creación de grupos
similares.
·
Habilidad para tratar con representantes o agentes
gubernamentales en el campo, o en las instituciones y agencias.
De
acuerdo con las anteriores características, el mismo autor señala como
criterios para evaluar los cambios ocurridos en los grupos participantes en
proyectos de desarrollo social, los siguientes:
·
Actividades en que participan los grupos.
·
Acciones específicas desarrolladas por los grupos, con
o sin asistencia de agentes promotores del desarrollo.
·
Cambios en la conducta de miembros del grupo.
·
Naturaleza de la intervención de los agentes
promotores.
·
Relación con otros grupos y carácter de las mismas.
La
evaluación de los resultados del proyecto es fundamental, pues de ella depende
la continuación, cancelación o ampliación. En caso de continuación o ampliación
se discuten los ajustes globales y se revisan las condiciones para hacerlo.
CONCLUSIONES
1.
Los programas de desarrollo regional deben contemplar
el contexto nacional y global del cual la región forma parte, y que constituyen
tan sólo distintos espacios de manifestación de la misma realidad. Las
tendencias del proceso de globalización reflejan los fenómenos más generales
que acontecen en las distintas regiones, así como en cada región se manifiestan
de manera particular las tendencias de la globalización.
2.
Las tendencias de la globalización, aunque tienen su
origen en los fenómenos regionales, también son producto de las políticas
diseñadas por los países que tienen la hegemonía en el ámbito mundial; sin
embargo, esas tendencias, así como sus ritmos y expresiones, pueden modificarse
con políticas y acciones realizadas en las regiones, sea por individuos o por
organizaciones de distinto carácter, incluidos los estados nacionales, en las
que se pueden gestar contratendencias y procesos emergentes que modifiquen las
características de la globalización. Las tendencias de la globalización, en
consecuencia, no son hechos consumados, sino procesos cuyo curso y ritmo pueden
cambiarse.
3. Los
componentes de una estrategia para el desarrollo agrícola regional que modifique
la situación prevaleciente y eventualmente influya en cambios en las tendencias
de la globalización son: a) los productores y sus características, b) las
condiciones del medio ambiente, c) los recursos vegetales y animales, d) la
tecnología y las formas de transferencia, e) la capacitación, f) los recursos y
financiamientos, g) la integración industrial, h) las necesidades y mercados,
i) la rentabilidad e impactos económico y social y j) la participación de los
productores. La definición de cada uno es primordial, pues debe contemplar el
contexto nacional y global, así como las relaciones con los demás componentes.
4.
La participación de los productores es el componente
fundamental de la estrategia, pues está ligada al control de los procesos de
toma y ejecución de decisiones en todas las etapas de los proyectos y de ella
depende el contenido de los otros componentes, el éxito de toda la estrategia y
el logro del desarrollo buscado.
5.
La participación es concebida como la intervención de
los individuos en los procesos de toma y ejecución de decisiones; tal
intervención acontece en las esferas de la vida de los individuos (social,
cultural, política, económica), a las que se les denomina ámbitos de la participación. La participación asume distintas modalidades y niveles, dependiendo de las formas específicas en que ocurra la
intervención de los individuos en los procesos de toma y ejecución de
decisiones.
6.
Las organizaciones formales y el liderazgo implican
tanto modalidades como niveles de participación, y son fundamentales para el
éxito de los proyectos de desarrollo. Una forma eficaz de garantizar la
participación de todos los socios es la definición de instancias intermedias de
organización, pues permiten la organización de los trabajos y son el enlace entre
la base y la estructura de dirección.
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Chapingo. México, d. f., p.
182-197.
AGRADECIMIENTOS
Este artículo se elaboró como parte del doctorado en Ciencias
Agrarias de la Universidad Autónoma Chapingo; es producto de sendas actividades
académicas que fueron coordinadas por los doctores Guillermo Torres Carral y
Elba Pérez Villalba, quienes revisaron versiones anteriores de este trabajo e
hicieron importantes observaciones y sugerencias. Se agradecen sus
aportaciones.
[1] Profesor investigador del Centro Regional Universitario Península
de Yucatán de la Universidad Autónoma Chapingo. Correo electrónico: pitahaya@gmail.com.