martes, 17 de noviembre de 2015

BASES Y COMPONENTES DE UNA ESTRATEGIA PARA EL DESARROLLO RURAL

BASES Y COMPONENTES DE UNA ESTRATEGIA PARA EL DESARROLLO RURAL REGIONAL

Adolfo Rodríguez Canto[1]

RESUMEN

El propósito de este artículo es identificar los componentes de una estrategia para el desarrollo rural regional, con especial énfasis en la participación de los sujetos del desarrollo. Se propone una estrategia que está elaborada sobre la base de la discusión teórica de los conceptos de desarrollo, desarrollo rural y participación. La estrategia incluye un conjunto de componentes que le dan carácter integral: a) los productores y sus características, b) las condiciones del medio ambiente, c) los recursos vegetales y animales, d) la tecnología y las formas de transferencia, e) la capacitación, f) los recursos y financiamientos, g) la integración industrial, h) las necesidades y mercados, i) la rentabilidad e impactos económico y social y j) la participación de los productores.
La participación es concebida como la intervención de los individuos en los procesos de toma y ejecución de decisiones y es considerada como el elemento central de la estrategia, puesto que de ella depende el contenido de los otros componentes y el éxito de toda la estrategia.
Se concluye que la participación es el componente central de la estrategia de desarrollo y que ésta debe tender a ser autogestiva y garantizar la plena intervención de los individuos en la toma y ejecución de decisiones en todas las fases de sus proyectos de desarrollo, en distintos ámbitos, modalidades y niveles.
Palabras clave: Participación, toma de decisiones, autogestión, liderazgo


SUMMARY

The purpose of this supply is to identify the components of a strategy for the rural regional development, with special emphasis in the participation of the subjects of the development. One sets out a strategy that is processed on the base of the theoretical discussion of the concepts: development, rural development and participation. The strategy includes a assembly of components that give integral character him: a) the producers and their characteristics, b) the conditions of environment, c) the vegetal and animals resources, d) the technology and the forms of transference, e) the qualification, f) the resources and financings, g) industrial integration, h) the necessities and markets, i) the profitability and economic and social impacts, and j) the participation of the producers.
The participation is conceived as the intervention of the individuals in the processes of taking and execution of decisions and she is considered like the central element of the strategy, since on her it depends the content of the other components and the success of all the strategy.
One concludes that the participation is the central component of the development strategy and that this one must tend to be autogestiva and to guarantee the total intervention of the individuals in the taking and execution of decisions on all the phases of its projects of development, in different scopes, modalities and levels.
Key words: Participation, decision-taking, leadership

INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo es identificar los componentes de una estrategia para el desarrollo rural regional, realizada específicamente con base en proyectos de cultivos alternativos. Particularmente se aboca al análisis de la participación, que es concebida como componente central de la estrategia propuesta, pues se considera que si no hay intervención plena de los sujetos sociales en los procesos de toma y ejecución de decisiones, difícilmente podrán alcanzarse las metas trazadas. Sugiere un planteamiento metodológico en el que es igualmente importante contemplar tanto el contexto como los componentes de una estrategia para el desarrollo rural regional.
Las ideas expuestas tienen el propósito de sustentar los trabajos en marcha que impulsen alternativas agrícolas para solucionar la crisis henequenera en el estado de Yucatán, por lo cual algunos de los planteamientos están derivados de las experiencias generadas hasta el momento.
Si la estrategia esbozada resulta adecuada, la propuesta metodológica también podría aplicarse en la evaluación de programas de desarrollo rural regional, en la que se sometería a revisión el comportamiento de cada uno de los componentes, confiriéndole mayor consideración a la participación, en el supuesto de que sea el factor que más influya en el éxito de los proyectos de desarrollo.
Se plantea una estrategia para el desarrollo rural regional que modifique la situación prevaleciente en la misma región, en el país del cual forma parte y que eventualmente también influya en cambios en las tendencias de la globalización. Se considera, por tanto, que las tendencias dominantes del proceso de globalización, así como sus ritmos y expresiones pueden modificarse con políticas y acciones realizadas en las regiones, sea por individuos o por organizaciones de distinto carácter, incluidos los estados nacionales, en las que se pueden gestar contratendencias y/o procesos emergentes que modifiquen las características de la globalización. Se propone la participación de los individuos como componente fundamental, toda vez que está ligada al control de los procesos de toma y ejecución de decisiones y de ella depende el contenido de los otros componentes y, por tanto, el éxito de toda la estrategia.

las bases: el Desarrollo rural regional

El concepto agregado desarrollo rural regional, remite a la consideración de al menos tres elementos: 1) la noción de desarrollo en su acepción más amplia y abstracta, 2) la orientación del desarrollo o su acepción más restringida y concreta y 3) los ámbitos y niveles en que éste se da o se busca. Los dos primeros, de carácter conceptual, son fundamentales en la definición de su contenido, en tanto que el tercero es de tipo operacional.
El desarrollo, en su acepción más amplia y abstracta, puede entenderse como una estrategia para el impulso de cambios, cambios que, al operar en grupos humanos, en última instancia son o producen cambios sociales (Muro, 1992: 19; Boisier, 1993: 309). De acuerdo con Batten (1981: 187, 21), los cambios producen tensión y el desarrollo se logra cuando ocurre un conjunto de cambios relacionados entre sí. El desarrollo es igualmente un proceso y como tal debe analizarse en perspectiva histórica.
La orientación, sentido o estilo del cambio propuesto, o la noción de desarrollo en su acepción más restringida y concreta, depende de los componentes incluidos en la estrategia, del contenido conferido a cada uno de ellos y de sus interrelaciones. Sin embargo, los agentes promotores (el Estado, los organismos internacionales multilaterales, las instituciones u organismos no gubernamentales) y los participantes son los que, en última instancia, definen la orientación del cambio, pues, ante todo, el desarrollo es un proceso social.
Los cambios pueden referirse a las grandes esferas de la vida humana, en cuyo caso se habla de desarrollo económico, social, cultural o político. En un nivel más concreto, puede hacerse referencia a los cambios en un sector o subsector de las anteriores esferas; para el caso de la economía, por ejemplo, se trataría de desarrollo industrial, agrícola, agroindustrial, etcétera. Dependiendo del espacio geográfico y social, así como de las principales actividades productivas, puede tratarse de desarrollo urbano o desarrollo rural. Por el ámbito geográfico abarcado, puede hablarse de desarrollo mundial, nacional y regional, con las respectivas gradaciones entre ellos.
La conjunción de los factores anteriores resulta en combinaciones entre ámbitos, niveles y orientaciones, de los que se derivan conceptos agregados tales como desarrollo rural regional, desarrollo rural integral, desarrollo rural autogestivo, desarrollo global sustentable, desarrollo participativo, etcétera.
A la noción de desarrollo, históricamente se le han adjudicado distintas connotaciones y orientaciones. En general, han estado sustentada en planteamientos de la esfera económica, basadas fundamentalmente en aspectos técnicos y materiales.
En los últimos años, sin embargo, el desarrollo se ha enfocado a los individuos —en un proceso de reconocimiento y revalorización, donde se considera a lo humano como el problema esencial— y no a las actividades en que participan o a las regiones en que se desenvuelven, por lo que, en términos genéricos y con referencia en esta situación, se habla de desarrollo de dimensión humana, definido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como “el proceso de ampliación de la gama de opciones de las personas, brindándoles más oportunidades en cuanto a educación, atención médica, ingresos económicos, etc. y comprendiendo todo el abanico de opciones que van desde un buen entorno físico hasta las libertades políticas y económicas” (citado por Torras, 1995: 22).
Relacionado con lo anterior, pero desde la perspectiva de la constatación de la desigualdad que existe entre naciones y de las desigualdades sociales presentes en cada país, se postula el desarrollo social que, de acuerdo con el análisis de cada sociedad, pueda identificar sus prioridades “con el objetivo de lograr el bienestar y la autonomía de sus individuos y, de paso, de la comunidad” (Torras, 1995: 22).
Otra tendencia considera un mayor número de componentes en la estrategia, en donde la orientación es definida por la manera particular en que se definan e interrelacionen cada uno de ellos, pero siempre con la pretensión de integralidad, independientemente de que algún elemento sea el definitorio de la orientación del desarrollo.
La preocupación por el deterioro ambiental y por la necesidad de la conservación de los recursos naturales también influyen en la orientación del desarrollo, pues se sugiere que éste debe ser sustentable o autosostenido, conceptos con lo que se alude a la satisfacción de las “necesidades del presente sin limitar el potencial de satisfacer las necesidades de las generaciones futuras” (Torras, 1995: 22). Sin embargo, al concepto fundamental de este desarrollo, que es la sustentabilidad, se le considera limitado por su sesgo economicista (Torres, 1998: 29) y se le contrapone el de compatibilidad, que lleva a Torres (1998: 33) a plantear que el desarrollo compatible “supone acceder a un desarrollo económico y social cualitativamente distinto, que considere buscar un balance entre los fines económicos del sistema y las necesidades de la reproducción material”.
Igualmente se reconoce que las propuestas particulares de desarrollo no serán funcionales si no se consideran los otros niveles, mayores o menores, con los que están estrechamente relacionados y con los que tienen interdependencia, por lo que se habla de desarrollo autocentrado pero no aislado, lo que significa que se busca “conservar la riqueza de cada sociedad a través de su revalorización en el ámbito mundial” e “integrar el proceso de desarrollo en el desarrollo del mundo” (Torras, 1995: 23).
Finalmente, cada vez hay mayor aceptación de que sin la participación de los sujetos sociales en el proceso de desarrollo difícilmente se alcanza éste, por lo que se propugna que sea participativo: el desarrollo de las personas, por las personas y para las personas.
Existen diversas definiciones de desarrollo que incluyen varias de las orientaciones anteriormente mencionadas. La más integradora de ellas es la de Muro (1992: 26):
...el desarrollo es esa forma de cambio social, en cualquier sociedad, que comprende el más pleno uso posible de los recursos humanos y naturales en actividades productivas, en tanto que al mismo tiempo se toma el mayor cuidado de esos recursos humanos y naturales. Hay desarrollo donde existe y se practica un esfuerzo constante para asegurar una distribución equitativa, así como una redistribución de recursos en el transcurso del cambio; donde las formas de organización social y las instituciones de la sociedad se adaptan, apoyan y mantienen este patrón de actividades productivas y distributivas; donde existe un esfuerzo continuo para mejorar el conocimiento y la tecnología en formas apropiadas, pero no a cualquier costo, y donde desde las mayores decisiones sobre producción, distribución e innovación tecnológica son consultadas y sujetas al más amplio rango posible de participación.
Formalmente el concepto de desarrollo rural regional no remite a una orientación del desarrollo, sólo se limita a circunscribir que el proceso de cambio ocurre en un determinado ámbito social o geográfico, la sociedad rural o el campo, y en un determinado nivel geográfico o geopolítico, las regiones formadas por varios países o las regiones al interior de un país. Falta, en consecuencia, conferirle contenido a través de la formulación de una estrategia para lograr los cambios y la definición y caracterización de los componentes, entre los que tiene lugar central la participación de los sujetos sociales.
Las connotaciones recientes a la acepción de desarrollo son igualmente aplicables para el desarrollo rural regional: dimensión humana, social, integral, sustentable o compatible, interdependiente y participativo. Sin embargo, el desarrollo rural es parte del desarrollo general y ambos están mutuamente influidos, por lo que no puede hacerse referencia a uno sin considerar al otro.

el contexto: la globalización

Independientemente del ámbito regional en el que se formulen y ejecuten los programas de desarrollo, éstos necesariamente deben contemplar las relaciones con los procesos de cambio de otras regiones.
Una región sólo forma parte de un conjunto más amplio y está sujeta a determinaciones definidas fuera de su espacio de influencia directa; sin embargo, es en lo regional en donde indubitablemente se expresa lo global, así como lo global está conformado por lo regional. Cuando lo regional está referido a espacios al interior de un país existen mediaciones entre lo regional y lo global que son definidas en el plano nacional. Los tres niveles de interinfluencias y el conocimiento de las características de cada uno de ellos son fundamentales en el diseño, ejecución y evaluación de programas para el desarrollo regional.
Lo global marca, en general, las grandes tendencias del desarrollo de las regiones, pero tales tendencias no son de manifestación forzosa e ineludible, pues es posible que determinadas particularidades de lo regional cobren tal significancia que cambien el sentido o el ritmo de aquéllas y de esa manera influyan y modifiquen lo global. Así, en los principios para un proyecto de desarrollo mundial, Torras (1995: 19) refiere que es preciso cuestionar; en toda su globalidad, al sistema social, político y económico vigente, para lo cual plantea la necesidad de “realizar acciones locales que formen parte de un trabajo global orientado hacia el desarrollo mundial”. Ante las consecuencias perniciosas de la globalización, también se ha planteado: preservar la pluralidad cultural y contraponer a la globalización la necesidad de un progreso global entre regiones del mundo y, dentro de cada región, entre seres humanos, o sea, un regionalismo abierto (González, 1998: 45); conformar una sociedad global abierta que corrija las deficiencias del proceso de globalización y que básicamente se preocupe por satisfacer las necesidades y aspiraciones de sus participantes (Soros, 1998: 49); desarrollar una economía social de mercado que garantice la verdadera igualdad de oportunidades (Kelly, 1998: 55), o bien, democratizar el mercado (Castañeda y Mangabeira, 1998), entendiéndose en las dos últimas propuestas que los autores refieren lo global centralmente a la esfera económica y específicamente a la de la circulación de mercancías, fuerza de trabajo y capitales.
En cualquier circunstancia, las características de lo global y sus cambios son resultado de las modalidades de participación —que incluyen la no-participación— en distintas esferas de la vida de los individuos y sus diversos agrupamientos, que en última instancia son los sujetos de la globalización. Pero también son producto de la intervención —que incluye la no-intervención— de los estados nacionales, los cuales, mediante políticas internas o acuerdos con otros estados, pueden definir particularidades o ritmos de las tendencias dominantes de la globalización.
En una perspectiva histórica, el desarrollo del sistema capitalista llevó a procesos de internacionalización del capital, tanto a través de la búsqueda de fuentes de aprovisionamiento de materias primas en otras naciones, como de mercados para la colocación de sus mercancías y la valorización de su capital. Al principio se trató de políticas de colonización, pero en etapas más avanzadas se trasladaron capitales a otras naciones para producir en ellas, o bien se establecieron diferentes mecanismos de control de la producción y/o de la comercialización.
El proceso de internacionalización del capital ha tendido hacia la conformación de un gran mercado mundial. Una vez desintegrado el bloque socialista, se eliminaron las barreras para el dominio pleno de la internacionalización del capital y del proceso de integración de un gran mercado mundial. Fue en ese momento cuando la globalización se convirtió en fenómeno histórico dominante.
La globalización, por tanto, es consecuencia y continuación de la tendencia a la internacionalización del capital. Aunque tiene su origen en la esfera económica, su influencia no se restringe a ella, sino también abarca las vertientes social, ideológica, política y militar. Se constituye, por consiguiente, en un rasgo distintivo del desarrollo capitalista actual, y podría decirse que en una nueva etapa del mismo.
Así como obedece a una relación de continuidad, la globalización como proceso histórico también conlleva importantes transformaciones: desaparición del antagonismo económico, ideológico y militar entre los bloques socialista y capitalista (fin de la guerra fría), inusitado desarrollo tecnológico, gran movilidad del capital financiero, modificación en el carácter y en las formas de participación de los estados nacionales y poca capacidad de maniobra de cada nación ante la tendencia a la supranacionalidad. También ha influido en modificaciones en la distribución espacial de los grupos de población, el flujo regional e internacional de fuerza de trabajo, la incorporación de la mujer al proceso laboral y en las características del paisaje natural.
Los antecedentes de la existencia de bloques (el socialista, ya desaparecido, y el de la Comunidad Económica Europea, hoy acrecentado y con la denominación de Unión Europea) en buena medida han influido en que la globalización sea fragmentada. Ahora existen tres grandes bloques económicos (Norteamérica, Europa y Asia) que, aún cuando tienen crecientes relaciones entre ellos, persisten en su política de mantenerse y consolidarse como agrupamiento, en busca de la hegemonía que les permita definir el rumbo del proceso de globalización que mejor preserve sus intereses de bloque, y concomitantemente de nación. Además de los grandes bloques, existen iniciativas de integración regional más localizadas, como el Mercosur y distintos tratados comerciales firmados bilateralmente, pero que igualmente conllevan cambios en la actividad de los agentes económicos y las características del Estado. Aún así, son los organismos multilaterales y las empresas transnacionales de los países hegemónicos los que “controlan el sistema económico vigente y establecen mecanismos de control sobre las relaciones económicas y políticas mundiales” (Torras, 1995: 13).
En este contexto, el aislamiento de las naciones y las regiones no es la mejor alternativa; la no-inserción de un país a un bloque o su inserción bajo condiciones desfavorables, lo deja en condiciones de debilidad cuando trate de negociar con los países que lo conforman; de hecho, la mejor opción sería insertarse ventajosamente en más de un bloque o establecer estrechas relaciones con ellos, con lo que se diversificarían las relaciones y se participaría de los beneficios alcanzados por cada uno de los bloques, en sus negociaciones. Sin embargo, existen considerables diferencias entre los países al interior de los bloques que hacen que su participación en los mismos y, por tanto, en el proceso de globalización en una relación entre desiguales, en donde los países más desarrollados son los que obtienen los mayores beneficios; de cualquier manera, son decisivas las formas, ritmos y las condiciones que cada país haga valer al incorporarse formalmente a este proceso, buscando hacer prevalecer particularidades de lo regional y por tanto modificar las características de lo global.
La globalización acontece en un contexto de recesión económica mundial, ingente disparidad en el desarrollo de los países, creciente deterioro ambiental y predominio del modelo neoliberal, caracterizado por propugnar la apertura comercial, la privatización de la economía y modificar el carácter y las formas de participación del Estado. Ante tales condiciones, existen propuestas que pretenden corregir algunos de los fenómenos que, aún cuando tienen su origen en procesos anteriores, constituyen manifestaciones perjudiciales de la globalización, tales como el deterioro ambiental, que tiene su contraparte en el desarrollo de la conciencia ecológica y en las iniciativas para la protección ambiental y la búsqueda del desarrollo sustentable, cuestiones que igualmente son producto de la globalización. De manera análoga, desde países inmersos plenamente en la globalización, se ha planteado que la función del Estado debe estar orientada “hacia la facilitación, mediante la consolidación de estructuras democráticas efectivas, de la participación de los individuos en los problemas y las decisiones del mundo entero” (Torras, 1995: 19).
Las tendencias de la globalización se expresan en cada país de acuerdo con sus particularidades, sus formas de relación con otros países o bloques y la participación de los sujetos sociales. La combinación entre estos factores resulta en políticas nacionales, que a su vez debieran estar sustentadas en políticas de desarrollo regional.
En el caso particular de México, la influencia de la globalización ha sido dominante, pues las grandes tendencias definidas por este proceso son precisamente las características distintivas del país, entre las que se pueden señalar las siguientes: crisis económica (estancamiento o poco crecimiento económico, poca capacidad de creación de empleos, subempleo y desempleo, pérdida de la capacidad adquisitiva del salario), apertura comercial, privatización, deterioro de los recursos naturales y cambios en el carácter y formas de participación del Estado, que manifiestamente ha carecido de independencia en la definición de políticas económicas y sociales adecuadas para el desarrollo del país.
La globalización y la aplicación de políticas neoliberales han acentuado la crisis en el país, en el que existen problemas tales como: desequilibrios regionales, desequilibrios sectoriales (reconversión productiva, limitada y distorsionada industrialización, con predominio de la industria maquiladora), desequilibrios sociales (desigual distribución del ingreso: pobreza extrema y opulencia), entre otros.
En las relaciones con el exterior, el país está sumamente endeudado, tiene poca competitividad económica y ha perdido autonomía y por tanto capacidad de negociación político-económica ante organismos internacionales y ante el país hegemónico con quien (junto con Canadá) signó un Tratado de Libre Comercio.
Las políticas económicas generales y sus consecuencias también se manifiestan con sus respectivas peculiaridades en el medio rural mexicano, en donde generalmente se expresan con mayor severidad. De hecho, el papel asignado a la agricultura en el desarrollo del país es parte de tal política. No se ha valorado la importancia de la autosuficiencia alimentaria, y la política de apertura comercial también se ha aplicado a la agricultura, ocasionando transformaciones en la estructura productiva (cambios en el patrón de uso del suelo), en el componente tecnológico de las actividades productivas y en los hábitos de consumo. Su resultado ha sido el empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de los productores. La numerosa población rural no encuentra ocupación en el campo y el distorsionado crecimiento urbano y el limitado desarrollo industrial tampoco tienen capacidad para absorberla. El deterioro ambiental es más agudo en el campo, por la destrucción de los recursos naturales y el uso de tecnologías con alto componente de insumos industriales. La política de privatización llegó al campo por la vía de venta de las empresas paraestatales ligadas al sector y por modificaciones al marco legal de la tenencia de la tierra y de las formas de asociación entre productores; sin embargo, la misma política económica que no revalora el papel de la agricultura y las limitaciones propias del sector, han influido para que el capital no se traslade hacia esta actividad, tal como se esperaba al realizar los cambios al artículo 27 constitucional.
Como señala González (1998: 39), ante la imposibilidad de negar o excluirse de la globalización, debe buscarse limitar los riesgos y aprovechar las oportunidades. Ciertamente, las oportunidades son desiguales para países o para grupos de población al interior de cada país, pero obedeciendo precisamente a esa situación es que debe buscarse el desarrollo.

la estrategia: los diez Componentes

El diseño de una estrategia para el desarrollo rural requiere la ubicación de los distintos niveles del contexto en el que se impulsará, así como identificar y dar contenido a sus componentes fundamentales. Los elementos incluidos en la estrategia y el contenido conferido a cada uno de ellos serán indicativos del tipo de desarrollo buscado.
Para fines de formulación de la propuesta, se realizó un ejercicio de identificación de los factores relacionados con el proceso de desarrollo rural —de acuerdo con proyectos agrícolas— resultando diez componentes, algunos de los cuales engloban otros factores estrechamente relacionados. La tendencia, como ya se ha indicado con anterioridad, es incluir cada vez mayor cantidad de elementos en los proyectos de desarrollo. De hecho, desde 1966, A. T. Mosher, en su obra La modernización de la agricultura (citado por Muro, 1992: 33), identificó cinco elementos esenciales para el desarrollo agrícola, los cuales, según dicho autor, tienen que estar absolutamente presentes para que el desarrollo tenga lugar, y cinco elementos aceleradores, que siendo importantes no resultan indispensables. Los elementos esenciales son: 1) mercados para los productos agrícolas, 2) tecnología en constante renovación, 3) disponibilidad local de insumos y equipos, 4) incentivos productivos para los agricultores y 5) transporte. Los elementos aceleradores son: 1) educación para el desarrollo, 2) créditos para la producción, 3) organización de los productores, 4) mejoramiento y expansión de las tierras de cultivo y 5) planeación nacional para el desarrollo agrícola.
Si bien en la propuesta aquí esbozada existe bastante similitud con el planteamiento de Mosher, en cuanto a la identificación de los componentes, también contiene significativas diferencias en lo referente a la importancia relativa asignada a cada uno de ellos y al contenido que se les asigna, particularmente con respecto a la participación de los individuos en la búsqueda del desarrollo.
Cada componente de la estrategia es importante en sí mismo, por lo cual conviene determinar con precisión los aspectos que se contemplan en cada uno de ellos; sin embargo, solamente cobran relevancia en conjunto cuando los participantes en los proyectos de desarrollo, incluidos los promotores, consideran debidamente el contexto global y nacional para determinar su contenido.
Un componente fundamental en el éxito de toda la estrategia es la participación de los sujetos del desarrollo, pues son ellos quienes definen el contenido o la forma de consideración del resto de los elementos.
A continuación se relacionan los componentes de una estrategia de desarrollo agrícola regional, elaborada de acuerdo con los proyectos de cultivos alternativos que se están impulsando en la zona henequenera del estado de Yucatán, México:
1.   Las características de los productores y demás sujetos con quienes se relacionan
2.   Las condiciones y la necesidad de preservar y mejorar el medio ambiente en que se desarrollará el proyecto
3.   Los recursos vegetales y animales a utilizar
4.   La tecnología disponible, la que se genere o adapte a las condiciones de la región y de los productores y las formas de transferencia de las mismas
5.   La permanente capacitación de los productores y demás participantes
6.   Los recursos disponibles y los requerimientos de fondos o financiamientos
7.   La perspectiva de integración industrial
8.   La satisfacción de necesidades de los productores y la inserción a los mercados
9.   La rentabilidad económica y financiera y los impactos económico y social
10.La activa participación de los productores en todas las etapas y a distintos niveles.

Participantes

El conocimiento de las características y condiciones de los individuos involucrados directamente en los proyectos es fundamental: los recursos con que cuentan, las actividades a que se dedican, las características de sus unidades de producción, las formas de propiedad, tamaño y usufructo de la tierra, sus formas de organización social, sus conocimientos, experiencias y habilidades, sus sistemas de poder y sus mecanismos de toma y ejecución de decisiones. En un contexto de diversidad cultural y étnica la consideración de las creencias y valores de los miembros del grupo es de fundamental importancia, pues definen su cosmovisión (distintas racionalidades productivas y particulares formas de relación con las cosas, animales y personas). También es importante contemplar las especificidades de los ancianos, los jóvenes y los niños, así como el papel de la mujer como sujeto importante del desarrollo.
A partir de los sujetos mismos, el autodiagnóstico es la mejor herramienta para conocer todos los aspectos antes mencionados. Para realizar diagnósticos, los agentes externos a los grupos deben efectuar su trabajo en coordinación con miembros de cada grupo y, en la medida de lo posible, incorporarlos a tal tarea.
Es posible que en los grupos existan diferencias significativas entre sus miembros y, dada la heterogeneidad en sus características, tenga que realizarse una tipología que permita ubicar sectores, las relaciones entre ellos, las organizaciones que forman, sus intereses específicos, los vínculos económicos y políticos que mantienen fuera de su comunidad, elementos de consideración forzosa en el proyecto por su posible influencia, incluidos los conflictos que puedan generar.

Condiciones ambientales

El conocimiento de las limitaciones o posibilidades del medio natural es una premisa para el diseño de la propuesta, pues permite saber qué áreas son adecuadas para cada cultivo o actividad productiva a establecer.
Los cultivos o actividades pecuarias a impulsar deben adaptarse a las condiciones del medio natural, o bien los cambios a éstas no deben deteriorarlas ni tener costos excesivos que hagan inviable económicamente la propuesta, a menos que la finalidad del proyecto sea precisamente ecológica.
A la relación entre las condiciones ambientales y los requerimientos del cultivo se le conoce como potencial productivo. En la actualidad existen metodologías para determinar el potencial que en determinada región existe para ciertos cultivos. Sin embargo, no conviene limitarse solamente a la consideración de los datos edafológicos y agroclimáticos, que son los únicos que se incluyen en las propuestas vigentes, sino que es necesario realizar pruebas de campo (Ortega, 1996: 133), máxime que las metodologías disponibles están diseñadas para condiciones que difícilmente correspondan con las de la región. De acuerdo con León (1974: 2, 3) las analogías climáticas ofrecen pocas recomendaciones prácticas, la información sobre los requerimientos climáticos de los cultivos tropicales es escasa y su aplicación mecánica puede llevar a serias equivocaciones; “las analogías de ambiente dan únicamente una idea general, pero son los experimentos los que pueden suplir una guía definitiva”.
Todo proyecto que se promueva debe contemplar al menos la conservación del medio ambiente y preferentemente su mejoramiento. Al hacerlo de esta manera, se facilitaría la sustentabilidad ecológica de la propuesta.

Recursos vegetales y animales

Las especies y variedades o razas que se usen preferentemente deben adaptarse a la región, tener buenas características agronómicas y zootécnicas, satisfacer alguna necesidad o ser demandadas en el mercado, tener potencial agroindustrial y contribuir a la conservación del medio ambiente.
Los recursos fitogenéticos pueden ser nativos o introducidos. Los cultivos nativos están adaptados a la región y son conocidos por los productores; son parte de la riqueza vegetal que en buena medida se ha perdido y que se debe preservar. No son necesariamente los más productivos, pues es posible que algunos materiales de especies nativas hayan sido llevados a otras regiones y por mejor adaptación o por mejoramiento se hayan convertido en más productivos.
Algunos materiales nativos pueden ser de uso limitado, pero tener gran potencial, aún sin tratarse de plantas cultivadas. El proceso de llevar al cultivo estos materiales no es sencillo, requiere de estudios de caracterización fenológica; de la recolección al cultivo existe un amplio trecho que debe procurarse acortar, pero ello no simplifica la tarea. Por lo anterior, deben preferirse las plantas domesticadas y no las silvestres de la especie en cuestión, siempre y cuando existan las dos. Trabajar con plantas silvestres, cuando son las únicas disponibles y es amplio su potencial, es ineludible, aunque sumamente lento e inseguros los resultados a obtener.
En los cultivos introducidos las reglas clásicas a considerar, de acuerdo con León (1997: 16) son: “que el producto sea de alto valor económico, que se produzca mejor que en otras áreas, que no sea de exigencias extremas en fertilidad del suelo y disponibilidad de agua, y que sea resistente o tolerante en el mayor grado a plagas y enfermedades”. También se requiere que se adapten a las condiciones del medio natural y que sean aceptados por los productores. La introducción de cultivos debe hacerse con la mayor diversidad posible pues, al no saber qué resultados se obtendrán, es importante hacer pruebas de adaptación. Al respecto, León (1974: 2) señala: “como la adaptación es la base del éxito o fracaso de una introducción, es esencial en un programa de introducción de plantas conseguir el mayor número de variedades posibles, a fin de ofrecer un amplio rango de adaptación”. En un trabajo posterior, el mismo autor (León, 1997: 8) señala que “la introducción del mayor número de genotipos de diversa procedencia geográfica ofrece las mayores posibilidades de éxito”.
La introducción de material es una tarea delicada, pues deben seguirse normas internacionales y procurar no llevar plagas y enfermedades junto con las plantas. Deben introducirse plantas de las que se tenga la mayor información disponible sobre sus características, usos, historia, sistemas de manejo y formas de aprovechamiento.
En los cultivos nativos y en los introducidos debe buscarse su mejoramiento productivo, tanto genético como con prácticas de cultivo y al mismo tiempo conservar la riqueza de los recursos fitogenéticos.

Tecnología y transferencia

Dependiendo del cultivo o de la especie pecuaria de que se trate y de las condiciones en las que se establezca, preferentemente debe existir una sólida base tecnológica, sea en conocimientos y experiencias de los productores, o bien en la disponibilidad y posibilidad de acceso a la misma. De igual manera deben haber condiciones para generar, adaptar y transferir tecnología.
La tecnología debe adecuarse a las condiciones del cultivo y de la región y estar acorde con la disponibilidad de recursos de los productores. Sin embargo, debe procurarse incorporar los más recientes desarrollos tecnológicos, lo cual implica la existencia de un sistema de información que permita conocerlos y obtenerlos. La biotecnología, por ejemplo, no en todos los caso incluye procesos sofisticados, pues solamente significa la incorporación de procesos biológicos a los desarrollos tecnológicos.
Conforme se avanza en la ejecución de los proyectos, generalmente se generan nuevos conocimientos técnicos que deben sistematizarse y difundirse para ampliar el acervo tecnológico de los participantes y de las instituciones relacionadas con su generación y transferencia.
En los procesos de transferencia de tecnología los mejores conductos son los propios productores y el mejor lugar el campo de trabajo, sean parcelas demostrativas o parcelas de los líderes productivos del grupo. Los intercambios entre productores son una forma de que se conozcan directamente otras experiencias y se aprenda de ellas. La existencia de un cuerpo técnico, externo o del mismo grupo, es fundamental para diseñar y/o aplicar otras formas de transferencia.
Debe procurarse que la tecnología a utilizar sea de bajo componente en insumos industriales, para evitar la dependencia de los mercados de estos productos, que generalmente son costosos y están controlados por fuertes empresas transnacionales, y para avanzar paulatinamente en el desarrollo de una agricultura orgánica. Los paquetes tecnológicos que, además de agroquímicos, incluyan semillas (variedades) conllevan mayores riesgos por las implicaciones que tienen en la erosión de los recursos genéticos (destrucción de variedades criollas).
Debe tenerse especial cuidado con las propuestas de innovación tecnológica que pretendan aplicarse sin ensayos previos que prueben su eficacia en las condiciones específicas del proyecto, pues “es bien sabido que un rápido despliegue tecnológico puede conllevar desastrosos efectos sobre el medio ambiente, que luego resulten más caros de reparar que los beneficios esperados de la modernización” (Muro, 1992: 25-26).
La asistencia técnica debe tener el enfoque de capacitación, de manera tal que los productores realmente conozcan la importancia y las razones por las cuales deben realizar cada una de las actividades requeridas por el cultivo, así como los procedimientos para efectuarlos. Este enfoque tiene el propósito de que, una vez capacitados, los mismos productores puedan realizar las labores requeridas y que por, consiguiente, no establezcan una relación de dependencia con técnicos externos al grupo.

Capacitación

Generalmente el conjunto de conocimientos de los participantes en los proyectos no son suficientes para el mejor logro de sus propósitos. Los aspectos en los que se puede requerir capacitación son vastos: técnicos, contables y fiscales, organizativos, manejo postcosecha y mercadeo, entre otros. Aunque pueden acudir a organismos especializados, gubernamentales o no gubernamentales, lo mejor es procurar la capacitación de los mismos productores en esos aspectos, tanto para fortalecer la capacidad de gestión del grupo como para evitar la dependencia permanente de instancias externas.
Cuando en las tareas de capacitación se requiera de la participación de instancias externas deberá procurarse que los comisionados de éstas conozcan y compartan los objetivos del proyecto y que respeten las formas y estructuras organizativas de los grupos.
El trabajo con grupos de mujeres tiene sus particularidades y requiere de otra visión y diferentes actitudes de los técnicos. En el caso de grupos étnicos es fundamental conocer su lengua o idioma, pues en caso contrario la comunicación sencillamente no puede establecerse.
La capacitación se facilita con el aprovechamiento de las aptitudes e intereses de los miembros del grupo, pero conviene que más de uno se capacite para la misma tarea. El intercambio con otros grupos de productores es un medio eficaz para la asimilación de experiencias diferentes.

Recursos y financiamientos

Tanto el diseño como la ejecución de los proyectos requiere de bienes materiales o pecuniarios. Los productores deben hacer todo lo posible por canalizar recursos propios a sus proyectos, sea en dinero, en especie y/o en trabajo, de tal manera que eviten la dependencia de fuentes externas que generalmente tratan de hacer prevalecer sus condiciones para el ejercicio de los recursos asignados, o bien los utilizan como un mecanismo de control económico y político y para frenar los procesos de autonomía y autogestión. De cualquier manera, también es importante buscar que el Estado, agencias internacionales y organismos no gubernamentales canalicen recursos, en forma de infraestructura productiva, financiamientos o donaciones, pero siempre de acuerdo con las necesidades del proyecto y con las decisiones del grupo, pues cualquier apoyo conseguido constituye una ventaja y reduce los riesgos económicos del proyecto, pero, en contraparte, también es cierto que representa riesgos para la autonomía y la capacidad autogestiva del grupo.
El financiamiento constituye una palanca fundamental para la ejecución de los proyectos de desarrollo, que puede permitir obtener resultados en poco tiempo, “pero si se prescinde de la construcción a idéntico ritmo de los andamios institucionales y sociales el nuevo edificio no durará” (Cernea, 1995:35). Incluso, más que el monto absoluto del flujo financiero, lo realmente importante es la calidad global del proyecto, que debe contemplar el fortalecimiento de las estructuras socioculturales y de los procesos organizativos necesarios para su desarrollo, pues existen proyectos que aun disponiendo de recursos abundantes no logran consolidarse.
En general, contratar un financiamiento no tiene mayores implicaciones, siempre y cuando exista aceptación plena en el grupo y solidariamente se asuma el compromiso. Lo normal es que se pague. Cuando eso no acontece es porque los proyectos no fueron iniciativa del grupo y tampoco se apropiaron del mismo durante su ejecución, por lo cual lo perciben como un proyecto ajeno y, por tanto, no asumen el compromiso de pagar deudas que no fueron solicitadas por ellos y cuyo ejercicio tampoco estuvo en sus manos.

Integración industrial

Debe procurarse el acondicionamiento o transformación industrial de los productos agrícolas y pecuarios, de preferencia en las mismas unidades productivas, a modo de incorporarle mayor valor a lo producido, tener disponibilidad durante más tiempo, ofertar mayor variedad de productos o con diferentes presentaciones y participar en más mercados.
Mientras mayor sea la integración productiva tiende a incrementarse el control y la apropiación del proceso productivo por parte de los productores, más aún cuando también logran insertarse ventajosamente en el mercado de insumos y en el mercado de productos; de igual manera, contribuye a disminuir algunos riesgos consustanciales a la actividad agrícola, como las dificultades para encontrar mercado al momento de la cosecha y la posibilidad de perder la producción cosechada por su carácter perecedero. La integración de los procesos agrícolas con los industriales puede facilitar el acceso a capitales y a nuevas tecnologías. Por supuesto, también implica cambios en las características de las unidades productivas, pues éstas se vuelven más complejas y amplían su gama de relaciones económicas.

Necesidades y mercados

Los cultivos o especies pecuarias cuya producción se promueva deben satisfacer necesidades, sean de tipo alimenticio, medicinal, ornamental o para abastecer los procesos de transformación industrial. Ante nuevas funciones de la agricultura también pueden orientarse a la conservación de los recursos naturales, la creación y recreación de paisajes o a servir para el fomento de actividades como el turismo rural y el ecoturismo. La producción puede ser para el uso o consumo en las mismas unidades productivas o bien para canalizarse al mercado.
En general, es conveniente mantener o fomentar la diversidad productiva, tanto en las unidades de producción como en la región, de tal manera que exista una base material lo suficientemente flexible para enfrentar factores adversos; además, constituye una estrategia de sobrevivencia y reproducción al garantizar el consumo propio (fomenta la autosuficiencia alimentaria) sin descartar la inserción en mercados regionales e incluso internacionales. En contraparte, la excesiva especialización o el monocultivo hacen vulnerables a las unidades de producción y a las regiones, sobre todo cuando están principalmente vinculados a mercados externos.
Gordillo (1990:74) define al mercado como “el espacio donde se disputa el excedente generado en el medio rural y donde se expresan claramente las diversas fuerzas sociales, que a su vez determinan su dinámica”. Propone una intervención de carácter social, distinta a la regulación estatal o a la sola acción de la oferta y la demanda, en donde tengan mayor presencia las organizaciones de productores y cuyo móvil no sea sólo la obtención de utilidades, sino la disputa y conservación del excedente generado: “La búsqueda de una nueva racionalidad en los mercados por medio de la intervención conjunta de los aparatos estatales y de las organizaciones campesinas, puede contribuir a la democratización de algunas decisiones económicas que afectan a los campesinos” (p. 74). Una tarea en este sentido es la eliminación o regulación del excesivo intermediarismo del que no obtienen beneficios ni los productores ni los consumidores.
Cuando la producción esté destinada fundamentalmente al mercado deberá procurarse, antes de la ejecución del proyecto, constatar que exista demanda en los ámbitos local, regional, nacional o internacional; se trata de planear la producción para satisfacer demandas y necesidades específicas. La colocación de los productos en los distintos ámbitos requiere de la elaboración de estudios de mercado (estudios de la oferta, de la demanda, de los sistemas de comercialización) y del conocimiento de las formas de funcionamiento y de los mecanismos de protección de mercados de otros países, así como de las regulaciones arancelarias o fitosanitarias.
Es importante no depender de un solo mercado, máxime tratándose de materias primas. Conviene, además, tener una sólida base de consumo local y regional, que amortigüe los cambios en los otros ámbitos de mercado, a manera de una base de seguridad de los proyectos. Es importante que en las mismas unidades de producción se utilicen o consuman los productos obtenidos. En algunos casos pueden aprovecharse las ventanas de mercado que se presentan en otras regiones o países. Igualmente existen nichos de mercados para determinados productos o para productos con determinadas características: los frutales exóticos, por ejemplo, tienen creciente demanda en el mercado internacional, principalmente en los países más desarrollados; los productos de la agricultura orgánica, por su parte, tienen buena aceptación y son muy bien pagados.
La suscripción de acuerdos comerciales es una forma de participar en los bloques económicos, tratando de aprovechar las ventajas con que se cuente. Incluso, existe la posibilidad de insertarse en más de un bloque, lo que permite diversificar relaciones. Lo anterior, sin embargo, requiere de la búsqueda de competitividad, lo que significa aumento de la productividad a menores costos.
El desarrollo del mercado interno es de fundamental importancia, pues es reflejo del aumento en la capacidad adquisitiva de los pobladores de la región, y a su vez, puede repercutir en imprimirle mayor dinamismo al conjunto de las actividades económicas.

Rentabilidad e impacto

Los proyectos productivos deben ser rentables en términos económicos, porque de otra manera difícilmente se tendría acceso a financiamientos y otros apoyos, a menos que se trate de proyectos estratégicos para la organización o la región, de cuya realización dependa el éxito de otros proyectos o el cumplimiento de los propósitos buscados.
La capitalización de excedentes, a través de fondos de reserva, de inversiones, de previsión social y de amortización y depreciación, así como del incremento del capital social, son elementos fundamentales para la consolidación de la empresa, sobre todo desde la perspectiva económica.
De la misma manera que los resultados económicos dependen de factores sociales, el logro de algunos objetivos sociales está condicionado por los resultados económicos de los proyectos (Paas, 1990: 7).
Todos los proyectos que se impulsen deben tener impacto económico y/o social. En ambos casos debe traducirse en el mejoramiento en los niveles de bienestar, en la generación de empleo, en la preservación del entorno, en el fomento a la mayor participación de los productores, en la continuidad y ampliación de los proyectos y, en suma, en el desarrollo rural de la región.
La gestión del bienestar social debe ser parte esencial de la estrategia de desarrollo, particularmente en lo que respecta al programa de abasto, en la medida que influyen en el mercado de bienes-salario y que pueden ampliar espacios importantes de transferencia del excedente. De igual forma, los programas de vivienda rural pueden funcionar como programas de empleo y capitalización, creando posibilidades reales en la apropiación de los excedentes (Gordillo, 1990: 78).
Es de vital importancia establecer un justo equilibrio entre el interés de los socios por percibir beneficios inmediatos y la necesidad de mantener o acrecentar la capacidad económica del proyecto, que sólo puede lograrse con el convencimiento y concientización de los socios. Al respecto, Paas (1990: 24) señala que “cuanto más pobres son los miembros de la organización, más fuertes son, por las necesidades apremiantes, las presiones para repartir lo que todavía no se ha ganado.”

Participación

La participación de los productores tiene que ver con el control de los procesos de toma y ejecución de decisiones en todos los momentos del proyecto, desde su concepción hasta su ejecución y evaluación; cuando tal control se logra plenamente se habla de autogestión. Existen distintos niveles de participación y debe procurarse que entre la base y los cuerpos directivos existan mecanismos intermedios de toma y ejecución de decisiones. El liderazgo y las organizaciones formales son modalidades y niveles que asume la participación, y son de vital importancia para el éxito de los proyectos.

EL componente central: LA Participación

La mayor parte de los proyectos de desarrollo rural promovidos por agencias y organismos gubernamentales y no gubernamentales recurrentemente han fracasado. Desde 1974, Araujo señalaba que un factor de decisiva importancia en la estrategia para el desarrollo rural latinoamericano era “la necesidad de promover la participación del campesinado en la toma de decisiones sobre asuntos de interés público”, sobre todo porque se percibía que su carencia era un “elemento elevador de la tensión social” que podía conducir a la población marginada a una “conducta social beligerante”. Más recientemente, en los análisis realizados por los autores de una obra coordinada por Cernea (1995), así como en otros trabajos (Paas, 1990; Muro, 1992; Torras, 1995), se concluye que la causa de tales fracasos radica, principalmente, en que los promotores de los proyectos no han considerado a la gente (hombres y mujeres) como base y punto de llegada de las iniciativas de desarrollo, y no han explorado y/o aplicado mecanismos para garantizar su plena participación en la identificación, diseño, ejecución y/o evaluación de los proyectos, o bien han obstaculizado dicha participación. Tal como señala Torras (1995: 4), “los procesos de desarrollo los diseñan los ‘otros’”.
En la formulación y evaluación de los proyectos entran en consideración dos de sus componentes fundamentales: lo técnico y lo social, que necesariamente son complementarios. Sin embargo, los proyectos fallidos generalmente no tienen como causa primaria o principal aspectos técnicos, sino sociales, lo que indica la relevancia de su consideración como el factor esencial en los procesos de desarrollo. Los aspectos técnicos, por lo general, ya están definidos y tan sólo se adaptan a las condiciones particulares de los proyectos, pudiendo revisarse y mejorarse como resultado de la experiencia de los mismos grupos. En cambio, lo social no es una situación dada, pues cada grupo social tiene sus particularidades, lo que hace que la llamada “ingeniería social” adquiera relevancia, sobre todo en los aspectos de: formación de grupos, liderazgo, participación en la toma y ejecución de decisiones, estructuras intragrupales, incentivos, sanciones, comunicación e información y distribución de beneficios (Cernea, 1995: 399).

Concepto de participación

La participación puede definirse de manera general como la intervención de los individuos en los procesos de toma y ejecución de decisiones, entendiendo que éstos abarcan desde la identificación de un problema o el planteamiento de una necesidad hasta la evaluación de los resultados, pasando por la ejecución de la alternativa elegida.
Hasta aquí se trata de un término bastante genérico, puesto que no hace referencia alguna ni a la cantidad ni a la calidad de la intervención, ni a los ámbitos, niveles y modalidades que asume, así como tampoco a los obstáculos que la misma tiene que enfrentar.
Torras (1995: 23) define a la participación como la intervención de las personas “en los procesos económicos, sociales, culturales y políticos que afectan a sus vidas y que, de manera permanente, tengan la posibilidad de tomar sus propias decisiones”. Tal definición es más precisa en el sentido de que toma en consideración los ámbitos de la participación, o sea, las esferas en que transcurre la vida cotidiana de los individuos: social, cultural, política, económica.
Los distintos ámbitos de participación son definidos por Torras (1995: 25): el social se refiere a la “capacidad de intervenir en todas las actividades domésticas y comunitarias”; el cultural, a la “capacidad para contribuir a fortalecer la independencia, soberanía e identidad de los pueblos”, con la consideración adicional de que la cultura reafirma los lazos solidarios y la cohesión comunitaria, en tanto que los valores ajenos alteran las estructuras sociales; el político, a la “capacidad para ejercer el derecho compartido a decidir el gobierno que dirige la propia comunidad”; el económico, a “tener acceso a la formación e información necesarias para poder entrar en el mundo laboral, y recibir después la justa retribución según los activos derivados precisamente de la participación en el trabajo en cuestión”, o bien, la “oportunidad de utilizar las capacidades propias y a cambio obtener una retribución económica, que permita tener acceso a bienes y servicios necesarios para una calidad de vida aceptable”.
La participación en el ámbito económico sin lugar a dudas es la más ejercitada, pues al ser la producción —entendida en el sentido amplio de producción material y espiritual, así como de producción de relaciones sociales de producción— la actividad en que transcurre la vida cotidiana de los individuos, la cuestión económica se vuelve importante. Por tal razón, Bobbio (1989: 52, 53) sugiere que puede ser una vía para inducir la participación en otros ámbitos, particularmente en el político, donde, de acuerdo al mismo autor, existe crisis de participación.
En los distintos ámbitos se presentan modalidades de participación, noción que remite a la idea de calidad de la participación y que, por tanto, precisa aún más el concepto. Así, se puede hablar de participación: activa, pasiva, subordinada, autoritaria, manipulada, etcétera. En estas modalidades influye la apatía de los individuos, la crisis ideológica o religiosa, la manipulación de acuerdos y consensos y la falta de los efectos buscados con la intervención en procesos anteriores.
Además, existen distintos niveles de participación, relacionados con las formas específicas en que los individuos intervienen en los procesos: como miembro de un grupo, como miembro de instancias directivas o como miembro de instancias intermedias de toma y ejecución de decisiones.
Las figuras organizativas y el liderazgo implican tanto modalidades como niveles de participación. La constitución de grupos u organizaciones formales de los productores es de vital importancia, pero siempre deben considerar la plena intervención de todos los miembros en la toma y ejecución de decisiones. Las organizaciones “requieren ser flexibles para adaptarse a las variadas actividades sociales y productivas implícitas en las nuevas formas de hacer las cosas, y aún para proponer, apoyar y mantener los cambios que vayan estimándose necesarios” (Muro, 1992: 25). Las figuras asociativas de segundo y tercer nivel generalmente representan espacios privilegiados para el desarrollo de actividades productivas a gran escala, con el concurso de varias unidades económicas simples y orientadas básicamente al fortalecimiento económico y social de éstas (Gordillo, 1990: 75). El liderazgo está más ligado a niveles de participación y puede convertirse en freno o catalizador de los procesos de desarrollo.
A la participación se le han señalado ventajas importantes en cuanto su contribución a los procesos de desarrollo. Se le considera como premisa o instrumento para el logro de los propósitos del desarrollo, pero también como objetivo a alcanzar en el mismo. Otra de sus cualidades es que convierte a las personas involucradas en los procesos de cambio en sujetos de su propio desarrollo. Bedregal y Tradardi (1978: 63) también le atribuyen efectos formativos: “la participación origina responsabilidad y, por lo tanto, el efecto formativo de la experiencia... constituye el único modelo práctico de que la libertad humana pueda concretarse en un sentido social”. Incluso, se propugna por el derecho a la participación, sobre todo bajo la consideración de que los grupos dominantes no permiten a los grupos sociales dominados tomar decisiones sobre aspectos que les competen directamente (Torras, 1995: 11).
La participación está estrechamente ligada con la autogestión; de hecho, puede considerarse que la participación deseable, la de calidad, es la autogestiva. A su vez, la autogestión tiene como categorías centrales a la autonomía y a la autosuficiencia.
La Unión de Colonias Populares (1990: 195) define a la autonomía como “la libertad que tiene el sujeto, sea individual o colectiva, de gobernarse a sí mismo y con sus propias reglas y normas... La autonomía significa poder y capacidad de gestión, significa deshacerse de la regulación externa para poder existir y subsistir por sí mismo, lo cual no implica separación y aislamiento, sino la redefinición de las relaciones en planos de igualdad, no de dependencia o dominación”. La autosuficiencia, en tanto, es definida por la misma Unión (1990: 195-196) como “la fuerza de un grupo organizado que hace que su potencialidad productiva se encamine a la solución y respuesta a las expectativas e intereses de sus miembros. A través de ella el grupo adquiere capacidad de controlar y regular sus propios productos de producción y consumo, la apropiación y acumulación de recursos propios, el autoabastecimiento y el control sobre el excedente generado”.
Para Gordillo (1990: 76) la autonomía en la toma de decisiones “se refiere a la mayor o menor capacidad de los socios de una organización para decidir, endógenamente, la estrategia de desarrollo, los proyectos de inversión, la gestión y asignación de recursos y el uso del excedente generado”. Es cierto que existen influencias externas, pero el elemento decisivo para garantizar la autonomía es endógeno y en los proyectos de desarrollo rural de base agrícola se relaciona con tres áreas básicas: la económica (que incluye las autonomías técnica, financiera y comercial), la política y la social (que comprende las autonomías religiosa y cultural).

Obstáculos a la participación

La consumación de las intenciones arriba esbozadas suele dificultarse en la práctica, sea porque los productores adopten conductas relacionadas con su sometimiento a formas de paternalismo y control estatal, o porque las instancias financieras u organismos involucrados en los proyectos no contemplen en sus mecanismos de operación o en sus formas de acción la participación plena de los miembros de las organizaciones.
Entre los obstáculos inherentes a los productores se encuentran: conductas de supeditación a factores externos, principalmente a la acción gubernamental; intereses creados, que no aceptan o conciben la posibilidad de que los individuos tengan acceso al poder político y económico, de manera tal que la participación se concentra en los grupos dominantes, excluyendo de los procesos de desarrollo —y de sus beneficios— a los demás; adopción de valores ajenos a su cultura, como la competitividad y el predominio del más fuerte, que rompen con los valores tradicionales. También pueden existir normas sociales que potencian la exclusión de los individuos.
Ligados al aspecto anterior, están los problemas derivados de la acción gubernamental que, en general, fomenta la dependencia, sobre todo si se sustenta en una cultura política clientelar y corporativa, como en el caso de México. Los proyectos promovidos directamente por el Estado en buena medida son aceptados en cuanto constituyen una fuente de recursos para los productores, y no son vistos como oportunidad de iniciar o consolidar alguna actividad productiva que les garantice empleo e ingresos permanente y progresivamente. El carácter tutelar y paternal en la relación Estado-productores bloquea las posibilidades de desarrollo de los proyectos y fomenta corrupción e ineficiencia administrativa. Las burocracias no consideran la situación de los grupos y bloquean sus canales de participación. Además, en la ejecución de los proyectos las instancias gubernamentales utilizan el entramado burocrático que no le otorga la mínima consideración a los productores y que significa apego estricto a su normativa.
En el caso de los proyectos promovidos por los mismos grupos, cuando son aprobados por las instancias gubernamentales quedan incorporados a los programas y a la normativa de éstas.
Los usos políticos de los proyectos también son una constante, pues generalmente esta consideración prevalece por encima de las variables técnicas, económicas y sociales. Aún más, los recursos gubernamentales canalizados a los proyectos fluyen dependiendo de los ritmos definidos en las instancias de gobierno, a veces según consideraciones políticas, y no de los requerimientos de los proyectos, lo que va en detrimento del cumplimiento de las metas propuestas y en general desalientan el proceso de participación.

Participación en las fases de un proyecto

La participación ocurre en todas las fases de un proyecto, de manera diferencial para cada uno de los miembros y en cada una de las fases. Por tal razón se considera que la mejor forma de analizar los factores que influyen en la participación es precisamente a través de las etapas de los proyectos, a saber:
·      Identificación
·      Diseño
·      Evaluación previa
·      Ejecución
·      Evaluación final

Identificación del proyecto

En esta etapa lo fundamental es la definición o conformación del grupo participante, la formulación de metas sociales y económicas y la evaluación de las probables consecuencias que la ejecución del proyecto implicaría.
La formulación de las metas sociales y económicas está ligada a las necesidades sentidas o planteadas por miembros de una colectividad. Estos individuos son los que buscan que otros miembros coincidan con su percepción. Entonces, a través de la necesidad puede llegarse a la formación de un agrupamiento de individuos que busquen solución a un problema ya identificado. Las organizaciones que no surjan de las necesidades del grupo, en principio no tienen condiciones que les permitan su consolidación.
El proceso anterior puede surgir en la misma comunidad, mediante actividades de autodiagnóstico conducidas por los líderes naturales. También pueden ser propuestos o auspiciados por elementos externos a la comunidad, pero suele suceder que en estos casos los beneficiarios no los sienten suyos y se mantienen a la expectativa, sin comprometerse en su elaboración y ejecución. Lo importante, en todo caso, es que participen los sujetos que se involucrarían realmente en el proyecto, pues, como escribe Paas (1990: 8), “las probabilidades futuras de un proyecto aumentan en la medida en que éste es autogestionario desde su origen, responde a una decisión autónoma de un grupo para resolver un problema sentido o para aprovechar un recurso aún no explotado”.
Así como las necesidades, también tienen que tomarse en consideración las características socioculturales (usos y costumbres, creencias, idioma, religión) y los valores; de esta manera se evita desde el comienzo entrar en conflicto con la dinámica social del grupo y de la comunidad a la que pertenecen. Sin embargo, al identificar la existencia de usos y costumbres que tengan que ver con vicios arraigados o conductas que pongan en riesgo cualquier proyecto colectivo, deben tratar de desterrarse.
Cuando no exista una organización formada especialmente para el proyecto, debe analizarse el potencial de los miembros del grupo, sus formas de organización social tradicional y el tipo de liderazgo que generan y mantienen.
La conformación del grupo dependerá en todos los casos de la necesidad sentida o de las características del proyecto a impulsar. Sin embargo, deberá cuidarse que los miembros de la comunidad que se agrupen sientan la necesidad, estén convencidos de la importancia de darle solución a la problemática mediante su participación en todas las fases del proyecto y estén dispuestos a cumplir y hacer cumplir las disposiciones que el grupo defina. Desde un principio debe quedar suficientemente claro cuál es el grado de compromiso y participación que el proyecto demandará, entendiéndose que podrá ser diferente para cada etapa del proyecto.
Todo proyecto nuevo tendrá que considerar las actividades productivas existentes, las formas de manejo de los bienes y el potencial de los recursos naturales de que dispongan.
Es conveniente que el grupo contemple la aportación de recursos propios para el proyecto, pues de esta manera su participación será más responsable y además estará en condiciones de hacer valer su independencia ante la acción de instancias foráneas. Sin embargo, no debe descartarse la posibilidad de conseguir recursos externos para el desarrollo del proyecto, así como contar con otros tipos de apoyos.
La consideración de los elementos anteriores constituye una evaluación muy preliminar de la viabilidad de desarrollo de la iniciativa del grupo, que debe permitir la selección de la alternativa más viable. Si se encontrara que no existen condiciones para su realización no se pasaría a la etapa de elaboración del proyecto. Los individuos de la comunidad, en consecuencia, quedarán de nuevo en la situación de identificar problemas (necesidades) y plantear soluciones que, de encontrar condiciones propicias, podrán llevar a la elaboración de un nuevo proyecto.

Diseño del proyecto

En la elaboración de los proyectos deben aprovecharse los talentos y experiencias de miembros del grupo, incluidas algunas formas de organización para la consulta o la búsqueda de consenso. Si hubiera gente capacitada para coordinar la elaboración, ésta debiera realizarse preferentemente por el mismo grupo, para evitar la intervención de personas que no estén compenetradas de la necesidad sentida, del potencial productivo y organizativo y de los mecanismos locales de participación; de esta manera también se abaratan costos y se gana autonomía. Cuando tienen que participar personas ajenas al grupo, el diseño del proyecto debe resultar de un intercambio y una negociación entre el grupo beneficiario y la instancia externa, tomando en cuenta las necesidades y capacidades de ambas partes.
Sin embargo, cuando en el mismo grupo no sea posible la elaboración del proyecto, deberá buscarse alguna institución o persona que lo coordine, involucrando en la actividad a miembros del grupo.
La evaluación realizada como parte de la identificación del proyecto, que indicara la viabilidad del mismo, tendrá que ser retomada en esta etapa.
Interesa analizar el potencial de los recursos naturales con que se cuenta. Aquí se considera la disponibilidad de insumos o materia prima y tecnología. De acuerdo con la experiencia de los productores y los recursos con que cuenten se formula la propuesta técnica del proyecto.
También importa analizar el potencial organizativo. Con fundamento en las formas tradicionales de organización debe formularse una propuesta organizativa que puede incluir la selección de la figura jurídica más conveniente de adoptar, la definición de la estructura organizativa, la nominación de los representantes formales del agrupamiento, la elaboración de las normas de funcionamiento (los estatutos) y de los mecanismos de participación y la definición de incentivos y castigos. Esta tarea es de vital importancia, pues como dicen Guggenheim y Spears (1995:382): “Un aspecto básico del éxito de un proyecto es el diseño de la organización que se supone lo llevará a cabo”. Otro autor (Cernea, 1995:398) también señala que:
Las acciones colectivas tienen mayores posibilidades de llevarse a cabo y ser efectivas cuando las personas pertenecen a grupos organizados, cuando están informados y cuando perciben, conscientemente, que actúan con un propósito y de manera coordinada contribuye en gran medida a sus mejores intereses; lo mismo sucede cuando el grupo ha establecido estructuras de liderazgo, así como las normas y procedimientos internos adecuados para organizar y administrar a sus miembros y para superar los conflictos y comportamientos irregulares.
En esta etapa se considera los vínculos del proyecto, puesto que deberán analizarse el abasto de los productos que requiere, el mercado para los productos que genere y las fuentes de financiamiento.
Si esta actividad es realizada por los miembros del grupo o los agentes externos logran involucrarlos en su elaboración, el proyecto ganará mucho, pues desde antes de que inicie su ejecución ya será plenamente conocido y, sobre todo, será considerado como producto del trabajo del grupo y de cada uno de los individuos que participaron en su elaboración. De esta manera se garantiza la apropiación del proyecto en todos sus componentes: técnico, organizativo, económico y social.
Un logro del involucramiento de los productores en esta actividad es que en la práctica se capacitan y se apropian de las técnicas y procedimientos para la elaboración de proyectos, lo que redundaría en obtener mayor independencia. No se descarta la colaboración que pueda darse con otras organizaciones con mayor experiencia.

Evaluación previa del proyecto

A pesar de que en la elaboración del proyecto se consideren todos los elementos importantes y participen los miembros de la organización, es necesario realizar una evaluación, ya no sobre el potencial, sino sobre el comportamiento previsible que tengan esos elementos en el futuro. Si bien al momento de la formulación del proyecto se considera que existen condiciones favorables, un análisis prospectivo podría indicar la posibilidad de que esos factores dejen de ser favorables en algún tiempo. Dependiendo de la importancia que determinados factores tengan para el desarrollo del proyecto, en este momento se tomará la decisión sobre su ejecución o suspensión.
En cuanto los aspectos sociales a evaluar, Cernea (1995:45) menciona los siguientes:
·      Las características socioculturales del grupo beneficiado.
·      Las formas de organización de las actividades productivas en el área del proyecto: formas de acceso, control y uso de los recursos, influencia de las formas de organización familiar, disponibilidad de fuerza de trabajo, opciones de ocupación en la región, acceso a los mercados y a las economías regionales.
·      La aceptación del proyecto por otros grupos del área, o por agencias gubernamentales o no gubernamentales que estén promoviendo o ejecutando proyectos en la misma región.
·      La estrategia social para la ejecución y operación del proyecto, necesaria para obtener y mantener la participación de los beneficiarios.
Además de la evaluación de factores sociales que inciden sobre el proyecto, debe hacerse una evaluación de su impacto social, en cuanto su contribución al desarrollo rural de la región y a la solución de problemas sociales.
La otras evaluaciones que se hacen son la económica y la ecológica. La económica se refiere tanto a la rentabilidad del proyecto como a su capacidad de generación de empleo y contribución al desarrollo económico de la región; la ecológica, en tanto, tiene que ver con los posibles efectos (positivos y negativos) que la ejecución del proyecto tenga en el entorno.
Se trata, en suma, de una evaluación de los posibles riesgos que tenga que enfrentar la ejecución del proyecto, y que son: organizativos, económicos, financieros, ambientales y de acceso a mercados. En los proyectos con énfasis en la participación se deben considerar los factores que reducen la competitividad y, por tanto, la posibilidad de permanencia de los proyectos, entre los que se encuentran los costos organizativos, administrativos y de aprendizaje y capacitación. Lo importante es que, una vez superadas estas limitaciones, los costos indicados se compensarán con el éxito global del proyecto.

Ejecución del proyecto

Los proyectos se ejecutan sobre las pautas señaladas durante su formulación, pero indudablemente no tal como se plantearon. Implica modificaciones, reinterpretaciones y negociaciones entre las partes involucradas en su ejecución. En caso de que en la promoción y elaboración del proyecto hayan participado instancias externas, el grupo debe asumir lo más pronto posible la plena responsabilidad en la dirección del proyecto; de otra manera, podría profundizarse la relación de dependencia, no sólo en aspectos técnicos y administrativos, sino en la estrategia y conducción misma del proyecto, que puede traducirse en una actitud pasiva de aprovechamiento personal de los recursos y las oportunidades, sin el menor interés de aportar recursos o contribuir al éxito del proyecto. El caso extremo, señalado por Paas (1990. 15), se presenta cuando la agencia promotora: 1) concibe e impulsa el proyecto, 2) lo financia o consigue buena parte de los recursos y 3) está permanentemente presente con el fin de dirigir, asesorar y capacitar al grupo beneficiario.
Toda ejecución de proyecto implica: movilización de recursos y manejo de conflictos, aspectos que deben estar suficientemente normados, a pesar de que puedan revisarse y ajustarse sobre la marcha.
Los recursos movilizados en los proyectos son: la fuerza de trabajo de los socios y la mano de obra que en caso dado se contrate, los insumos, las herramientas y el equipo de trabajo, los recursos económicos y demás bienes que sea necesario utilizar. Se requiere del establecimiento de normas que regulen el uso de cada recurso, así como del diseño de instrumentos que permitan llevar un control adecuado y actualizado, que facilite detectar a tiempo la falta de algún material y plantear su adquisición, que permita identificar deterioro de equipo y las causas, y que posibilite presentar informes periódicos a las instancias de la organización que lo requieran o a las agencias que participen en apoyo al proyecto.
El manejo de los recursos debe estar en manos de la gente más preparada de la organización, a quienes se les tenga suficiente confianza. Fundamentalmente, se trata de administradores y no necesariamente de líderes productivos u organizativos. Aunque el manejo de los recursos es una actividad que debe estar centralizada, para fines de mayor control, los distintos tipos de recursos pueden permitir la participación de varios miembros de la organización en su manejo, lo que indica que cada tipo de recurso puede ser manejado por uno o más socios, dependiendo de la complejidad de la tarea y de las capacidades y aptitudes de los socios. Los recursos económicos deben ser manejados por una sola persona, pero el registro contable de los mismos puede realizarlo otra. El equipo y las herramientas de uso común tienen que estar bien administrados y un miembro del grupo debe hacerse responsable de ello, aún cuando no tenga bajo su resguardo ese material, sí tiene que saber qué miembros del grupo lo tienen.
El manejo de los conflictos requiere de la definición de normas para evitar o resolver las disputas, que deben contemplar la aplicación de sanciones. Necesariamente tienen que ser miembros del grupo quienes se hagan cargo de la resolución de disputas y de la aplicación de sanciones, por lo que deben tener y debe reconocérseles autoridad, entendida ésta como la capacidad de hacer prevalecer su criterio, en caso de conflicto, incluso en contra de la voluntad de los socios involucrados.
Tanto los miembros del grupo responsables de la tarea anterior, como la organización misma, deben gozar de credibilidad, que es la condición que les permitirá responder conjuntamente a las amenazas que enfrente su organización, hacer respetar los estatutos y aplicar las sanciones sin generar nuevos conflictos.
Las sanciones deben ir aparejadas a incentivos. De acuerdo con Freeman y Lowdermilk (1995:153), “las organizaciones que carecen de incentivos y castigos predecibles carecen igualmente de la capacidad para ejecutar acciones conjuntas de un modo predeterminado y predecible” y “el poder de toda organización radica en que sus miembros acuerden que determinados premios y castigos se emplearán de maneras específicas, a fin de lograr que los miembros hagan lo que no harían de estar separados de la red”.
En esta etapa del proyecto, precisamente la más duradera, es en la que adquiere mayor importancia la propuesta de definir instancias intermedias de participación en la toma y ejecución de decisiones, que se constituyan en enlaces entre los órganos de representación formal y general de la organización y el conjunto de los socios. Tal como se indicó con anterioridad, estas instancias intermedias, responsables de la administración de los recursos y del manejo de conflictos, deben tener perfectamente definidas sus funciones, sus normas de funcionamiento, las sanciones y los estímulos.

Evaluación parcial y final del proyecto

La ejecución de los proyectos y los resultados de los ajustes requieren de evaluación periódica. De hecho, los ajustes realizados son producto de evaluaciones, de análisis de aspectos del proyecto que, de haberse mantenido tal como se formularon, no hubieran funcionado.
Las evaluaciones pueden ser parciales, en el sentido que correspondan a una fase o bien a un aspecto del proyecto. Las fases o etapas del proyecto deben ser evaluadas por todas las instancias de la organización relacionadas con su ejecución y los resultados de su análisis deben ser conocidos por todos los socios de ella. Lo más frecuente es la evaluación de aspectos del proyecto, sea que tengan que ver con la administración de los recursos, las formas de organización interna, la solución de conflictos, el desempeño de los socios en sus comisiones o tareas o los resultados del proyecto. En este caso, la evaluación se hace por los responsables de las comisiones o por las instancias intermedias que estén definidas; si se tienen que hacer ajustes importantes es conveniente someterlo a consideración de las instancias directivas y del conjunto de los socios.
Para los proyecto sociales se ha buscado definir criterios o factores relevantes para la evaluación que permitan la comparación de sus características antes, durante y después de su ejecución. Así, Muro (1992: 62-63) menciona las características de los miembros del grupo antes del proceso de desarrollo:
·      Individualismo, reflejado en la predominancia de la propiedad privada; poco interés en proyectos comunitarios; escasa participación en los procesos de toma de decisiones.
·      Falta de análisis crítico de la situación; inhabilidad para identificar las causas de los problemas estructurales y para hallarles solución.
·      Dependencia económica, social y política; explotación por patrones.
·      Falta de confianza en su propia habilidad para cambiar su situación.
·      Ausencia de organizaciones que representen efectivamente los intereses grupales.
·      Falta de cooperación.
·      Ignorancia, suspicacia extrema y aislamiento; temor a participar en pláticas, discusiones y a contraer compromisos.
El mismo autor también señala las características deseables en los grupos después de haber participado en los procesos de desarrollo:
·      Cohesión interna.
·      Sentimiento de solidaridad.
·      Conciencia crítica.
·      Participación crítica y activa
·      Reducción de la dependencia, aumento de la autoconfianza.
·      Autodirección, autosuficiencia, autonomía grupal.
·      Recursos colectivos, reservas de capital.
·      Capacidad directiva del proyecto en general, autogestión.
·      Democratización del poder, responsabilidad colectiva.
·      Articulación con otras instituciones controladas por productores.
·      Envolvimiento y compromiso en la creación de grupos similares.
·      Habilidad para tratar con representantes o agentes gubernamentales en el campo, o en las instituciones y agencias.
De acuerdo con las anteriores características, el mismo autor señala como criterios para evaluar los cambios ocurridos en los grupos participantes en proyectos de desarrollo social, los siguientes:
·      Actividades en que participan los grupos.
·      Acciones específicas desarrolladas por los grupos, con o sin asistencia de agentes promotores del desarrollo.
·      Cambios en la conducta de miembros del grupo.
·      Naturaleza de la intervención de los agentes promotores.
·      Relación con otros grupos y carácter de las mismas.
La evaluación de los resultados del proyecto es fundamental, pues de ella depende la continuación, cancelación o ampliación. En caso de continuación o ampliación se discuten los ajustes globales y se revisan las condiciones para hacerlo.

CONCLUSIONES

1.     Los programas de desarrollo regional deben contemplar el contexto nacional y global del cual la región forma parte, y que constituyen tan sólo distintos espacios de manifestación de la misma realidad. Las tendencias del proceso de globalización reflejan los fenómenos más generales que acontecen en las distintas regiones, así como en cada región se manifiestan de manera particular las tendencias de la globalización.
2.     Las tendencias de la globalización, aunque tienen su origen en los fenómenos regionales, también son producto de las políticas diseñadas por los países que tienen la hegemonía en el ámbito mundial; sin embargo, esas tendencias, así como sus ritmos y expresiones, pueden modificarse con políticas y acciones realizadas en las regiones, sea por individuos o por organizaciones de distinto carácter, incluidos los estados nacionales, en las que se pueden gestar contratendencias y procesos emergentes que modifiquen las características de la globalización. Las tendencias de la globalización, en consecuencia, no son hechos consumados, sino procesos cuyo curso y ritmo pueden cambiarse.
3.     Los componentes de una estrategia para el desarrollo agrícola regional que modifique la situación prevaleciente y eventualmente influya en cambios en las tendencias de la globalización son: a) los productores y sus características, b) las condiciones del medio ambiente, c) los recursos vegetales y animales, d) la tecnología y las formas de transferencia, e) la capacitación, f) los recursos y financiamientos, g) la integración industrial, h) las necesidades y mercados, i) la rentabilidad e impactos económico y social y j) la participación de los productores. La definición de cada uno es primordial, pues debe contemplar el contexto nacional y global, así como las relaciones con los demás componentes.
4.     La participación de los productores es el componente fundamental de la estrategia, pues está ligada al control de los procesos de toma y ejecución de decisiones en todas las etapas de los proyectos y de ella depende el contenido de los otros componentes, el éxito de toda la estrategia y el logro del desarrollo buscado.
5.     La participación es concebida como la intervención de los individuos en los procesos de toma y ejecución de decisiones; tal intervención acontece en las esferas de la vida de los individuos (social, cultural, política, económica), a las que se les denomina ámbitos de la participación. La participación asume distintas modalidades y niveles, dependiendo de las formas específicas en que ocurra la intervención de los individuos en los procesos de toma y ejecución de decisiones.
6.     Las organizaciones formales y el liderazgo implican tanto modalidades como niveles de participación, y son fundamentales para el éxito de los proyectos de desarrollo. Una forma eficaz de garantizar la participación de todos los socios es la definición de instancias intermedias de organización, pues permiten la organización de los trabajos y son el enlace entre la base y la estructura de dirección.

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AGRADECIMIENTOS

Este artículo se elaboró como parte del doctorado en Ciencias Agrarias de la Universidad Autónoma Chapingo; es producto de sendas actividades académicas que fueron coordinadas por los doctores Guillermo Torres Carral y Elba Pérez Villalba, quienes revisaron versiones anteriores de este trabajo e hicieron importantes observaciones y sugerencias. Se agradecen sus aportaciones.



[1] Profesor investigador del Centro Regional Universitario Península de Yucatán de la Universidad Autónoma Chapingo. Correo electrónico: pitahaya@gmail.com.